¿Qué provoca que una mujer bese un parquímetro o abrace a una rotonda en Esa sensación, el film de Juan Cavestany, Julián Génisson y Pablo Hernando? Los autores contestan desde el título de su película: “una sensación”. Otra sensación bastante distinta es la que anima a las tres protagonistas de Oscuro animal –debut en el largometraje del colombiano Felipe Guerrero– a abandonar la violenta vida en selva en busca de un porvenir mejor. Impulsos, sensaciones, instinto de supervivencia… En la segunda jornada del Festival de Rotterdam, destacaron las películas propulsadas por emociones irracionales y primitivas.
En la sección Un Certain Regard de la pasada edición del Festival de Cannes se presentó Alias Maria, un film que denunciaba el reclutamiento de niñas para la guerrilla paramilitar establecida en la selva colombiana. Si bien la película parecía interesante por la elección del punto de vista de una de las soldados –un chica de trece años forzada a combatir pese a estar embarazada–, el largometraje de Jose Luis Rugeles perdía verosimilitud debido a una caracterización demasiado arquetípica de sus personajes. En Oscuro animal, la excelente y arriesgada ópera prima de Felipe Guerrero, ocurre todo lo contrario. Sin diálogos ni sonido ambiental que no provenga de la selva –se imponen los llantos, cumbias, disparos y gemidos–, esta seria candidata a alzarse con el próximo Hivos Tiger Award versa sobre la huida de tres mujeres hacia Bogotá para reescribir su futuro. Guerrero prescinde de la puesta en escena del pasado de sus protagonistas y tampoco expone las causas de su urgente necesidad de evasión. La clara presentación de los acontecimientos parece algo secundario para el director colombiano. Sin embargo, Guerrero nos invita a intuir un relato a través de una mirada perdida, una lágrima o un primer plano de una impactante fotografía.
Oscuro animal no celebra la huida de sus protagonistas, sino que denuncia las razones que provocaron dicha huida: ese ‘oscuro animal’ –ambiguo pero cierto– al que podríamos llamar ‘terror’ o ‘paranoia’. El miedo grabado en los rostros de las mujeres proviene de la certeza de ser violadas, torturadas o asesinadas en cualquier momento. Por otro lado, pese a tratarse de un film con un contenido altamente feminista, Guerrero retrata a sus protagonista –grandes (y silenciosas) soñadoras– como aquello que realmente son: el sexo débil. Ante una realidad cultural y una coyuntura totalmente adversas, las protagonistas no hallan otra alternativa que cambiar de lugar para asegurar su supervivencia.
En otro territorio genérico (cinematográfico), situamos la otra película destacada de la segunda jornada del certamen neerlandés. Nos referimos a Esa sensación, la nueva comedia absurda de Pablo Hernando (Berserker), Juan Cavestany (Dispongo de barcos) y Julián Génisson (La tumba de Bruce Lee): una serie de sketches habitados por gente confundida –como Gente en sitios–, protagonistas de una cadena de pasmo e incompetencia que se extiende por toda España. Estos individuos han sido infectados por un virus que les obliga a convertir su cotidianidad en el peor de los absurdos posibles. Desde el chico que presencia una pelea en la calle y llama a su madre para pedirle perdón por no haber reaccionado con interés ante una anécdota hasta el hombre al que no dejan soplar las velas de su tarta de cumpleaños, todos los españoles han sido poseídos por un mal etéreo. La enfermedad parece imposible de diagnosticar dado que sus efectos sólo se manifiestan cuando sus víctimas son invadidas por ‘esa sensación’.
Esa sensación –considerémosla una revelación mental sobre la alienación del individuo moderno– es una metáfora elocuente que sus creadores saben cómo explotar. El resultado es una estimulante obra repleta de simbolismos que conducen la ficción hacia el territorio más osado del séptimo arte: la puesta en escena de la incomunicación.