Crítica 1 – Diego Lerer

A muchos directores del Nuevo Cine Argentino se les ha criticado por contar historias alejadas de su realidad, de sus propias experiencias. En El incendio, Juan Schnitman apuesta por ir directo al corazón, la cabeza y el estómago de los espectadores que habitualmente ven cine independiente argentino en Argentina: digamos, una clase media urbana. Y el logro es doble porque no solo eligió personajes reconocibles sino que los hizo atravesar una situación que también lo es: la película narra poco más de 24 horas en la vida de una pareja que está a punto de comprar un apartamento y describe las tensiones que surgen entre ellos en el momento de tomar esa decisión. He aquí un drama realista que tiene la intensidad de un thriller por la potencia de sus personajes, las actuaciones y el acercamiento entre teatral y cinematográfico –de largos planos secuencia– a los cuerpos y rostros de los protagonistas.

El “McGuffin” narrativo, si se quiere, está relacionado con que, por un problema del vendedor, la pareja que encarnan Pilar Gamboa y Juan Barberini debe quedarse, durante 24 horas, con los dólares en metálico que sacaron del banco para la compra del piso. El incendio no es una date movie (no se la recomendaría a una pareja que acaba de conocerse) pero sí una mirada honesta a la realidad de ese tipo de vínculos, una que, imagino, provocará debates a la salida entre las parejas que la vean y se sientan enfrentadas a un espejo de su vida cotidiana. Los cineastas argentinos harían bien en volver a retratar el mundo que los rodea, día a día, sin necesidad de recaer en trampas narrativas propias del género ni en envoltorios festivaleros alejados de sus experiencias.

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Crítica 2 – Diego Batlle

Una joven pareja que ya convive llega al momento cumbre de comprar su primer departamento. El estrés por la inminente operación (para colmo tienen que llevar el dinero en efectivo) hace difíciles las horas previas, pero una inesperada dilación de 24 horas provocada por la parte vendedora hace que ese ya muy precario equilibrio se derrumbe cual castillo de naipes. El arranque de esta ópera prima en solitario de Schnitman es notable. Con apenas dos personajes como Lucía y Marcelo (una sublime Pilar Gamboa y un correcto Juan Barberini) logra un nivel de tensión y claustrofobia que la convierten en un ejemplo de thriller psicológico (el realizador ha citado a John Cassavetes y los hermanos Dardenne como algunos de sus referentes).

Los nervios, las inseguridades, la desconfianza, los reproches mutuos van minando todos los códigos de lealtad y el amor que unía a estos treintañeros. Y hay más. Un arma que entra en escena. Un encuentro íntimo bastante penoso. Las diferencias sociales de sus familias. Algunos malestares físicos. Las tentaciones que han estado reprimidas durante demasiado tiempo… Del amor al odio, de la solidaridad al maltrato, del Cielo al Infierno… Los problemas del film aparecen en su segunda mitad, cuando Schnitman (talentoso narrador, dueño de buenas ideas visuales y de puesta en escena, dúctil director de actores) cae en vicios del psicodrama, en la manipulación emocional y en dosis de crueldad excesivas para un desenlace que no es todo lo convincente, aunque –cabe aclarar– nunca pierde el interés ni la potencia emocional. Un muy valioso debut.