La directora francesa de Un amor de jeunesse o L’Avenir plantea un delicado y emotivo acercamiento al modo en que la muerte irrumpe en el seno familiar. Entre las cualidades que atesora El padre de mis hijos, se encuentra una que, por su delicada formulación, suele pasar desapercibida: la capacidad de observar de cerca la realidad y al mismo tiempo conservar intacto su misterio. De retratar el curso de la vida como flujo incesable, lo cual parece ser el principal objetivo de la cineasta, surge siempre la ruptura, la brecha, provocada por la pérdida: de un ser querido, de un amor perdido, de una certeza abandonada… Basada en el suicidio del productor de cine francés Humbert Balsan, la primera mitad de la película es dedicada al retrato de un hombre poliédrico, a quién Hansen-Løve se acerca con cautela, como si se tratara de una bomba de relojería, y por el camino descubre un universo familiar que captura con verismo y pudor. En conjunto, se diría que estamos ante una película honesta y ejemplar, capaz de albergar la complejidad y belleza de la vida sin necesidad de juzgarla o manipularla. Manu Yáñez

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