Esta saga que combina terror, violencia sádica, elementos distópicos y acción con espíritu del cine de serie B es una auténtica rareza en el panorama actual. En principio, porque las tres películas fueron escritas y dirigidas en muy corto plazo por la misma persona (James DeMonaco) y, sobre todo, porque ha ido mejorando de manera paulatina cuando en general las franquicias se gastan y se desinflan rápidamente. Si la segunda entrega (Anarchy: La noche de las bestias) era mejor que la primera (The Purge. La noche de las bestias), esta tercera parte es decididamente superior a las dos predecesoras, ya que al ingenioso concepto que se repite le suma una factura aún más sólida y una impiadosa sátira política muy a tono con estos tiempos preelectorales en los Estados Unidos.

Frank Grillo (un actor con algo de Lee Marvin y Charles Bronson que parece salido de las películas de John Carpenter o Walter Hill, indudables referentes de DeMonaco) regresa ahora como el jefe de seguridad de la senadora Charlie Roan (Elizabeth Mitchell), aspirante a la presidencia con posibilidades de destronar al ultraconservador mandatario (Kyle Secor) y terminar con la purga anual a la que alude el título ¿De qué se trata? Un lapso de 12 horas en el que todo está permitido: saqueos, violaciones, asesinatos y lo que el lector pueda imaginar. Los gobernantes consideran que esa descarga social durante un tiempo limitado permite que luego desciendan los índices de inseguridad.

Amenazados en su manejo del poder absoluto, una logia de políticos, empresarios, paramilitares neo nazis y eclesiásticos que se autodenomina Los Nuevos Padres Fundadores pretende aprovechar esa noche de “todo vale” para asesinar a la candidata opositora, quien encontrará ayuda no sólo en su leal guardaespaldas sino también en un querible grupo de personajes negros y latinos (“yo he sobrevivido a una purga diaria en Ciudad Juárez”, dice un inmigrante mexicano, exaltando el tono de ironía política que sobrevuela a esta propuesta).

Con un buen uso de las calles de Washington D.C., solventes y tensas escenas nocturnas, y un saludable desparpajo, Election: La noche de las bestias es un producto eficaz como entretenimiento y bastante audaz e inteligente como alegoría y denuncia sobre un futuro cercano en el que se pueden apreciar varias contradicciones y miserias de un presente con múltiples conflictos raciales y diferencias de clase.