Tuvimos que esperar hasta el ecuador de la presente edición del Festival de Rotterdam para toparnos con la primera gran revelación del certamen. Apadrinada por Alejandro González Iñárritu y coproducida por Carlos Reygadas, Yann González y Sebastián Hofmann, Tenemos la carne apira, según sus mecenas, a erigirse en un estandarte del nuevo cine mexicano. Tal y como apuntaron los productores y su director, el rasgo distintivo de una generación de jóvenes realizadores mexicanos es su interés por la representación de una violencia extrema. En este sentido, el osado debut de Emiliano Rocha Minter lleva escrita la palabra ‘violencia’ desde el inicio hasta su delirante final. La película no esconde sus cartas, declara su sadismo desde el comienzo, demostrando una honestidad que a veces se echa de menos en el cine de la joven generación de cineastas griegos –Tenemos la carne podría verse como una versión mexicana de Canino de Yorgos Lanthimos–. A diferencia del único film griego presentado en Róterdam, Suntan, la ópera prima de Rocha Minter no engaña al espectador. Más bien, le advierte del terror que presenciará, retándole a quedarse hasta que terminen los títulos de crédito (si decide aguantar un poco más, descubrirá una escena inédita cuando llegue el último agradecimiento).
Como sucedía en las películas de Philippe Grandriex y Prabda Yoon que hemos visto en Rotterdam, la putrefacción del lugar que habitan los personajes de Tenemos la carne –un México D.F. menos post-apocalíptico de lo que parece– es la causa de su comportamiento inmoral. La ciudad se ha convertido en un vórtice de perversión, sadismo y lujuria que arrastra a dos hermanos hacia el epicentro de dicho espiral. Asimismo, el foco de la maldad es una casa donde vive un hombre obsesionado por convertir su sótano en una cueva. Ese extraño llamado Mariano –interpretado espléndidamente por Noé Hernández (600 Millas, Un monstruo de mil cabezas)– dará techo y comida a Lucio (Diego Gamaliel) y Fauna (María Evoli) a cambio de ayuda en la construcción de la caverna. Sin embargo, los hermanos desconocen que la encarnación de Lucifer tiene otros planes para ellos. Tentados por la serpiente, Adam y Eva se iniciarán en el mundo del pecado.
Para certificar la creciente presencia de la violencia en su país, Rocha Minter idea una representación estilizada de un universo donde el incesto, la necrofilia, el canibalismo o los asesinatos son celebrados. Y cabe decir que los dos hermanos no son los únicos que quedan atrapados en el relato macabro, vampírico e hipersexual que plantea el film: el espectador, seducido por la inigualable fotografía de Yollótl Alvarado, también les acompaña en su descenso a las tinieblas. Se trata, pues, de un infierno idéntico al de Post Tenebras Lux, tanto por su dimensión simbólica como por la belleza de sus espacios alterados –ora lúgubres y oscuros, ora iluminados con luces de neón–, dignos de ser comparados con el brillante trabajo de Alexis Zabe en el largometraje de Reygadas.
En la quinta jornada del certamen neerlandés, también destacó una película llegada desde Toronto y Mar del Plata. Tras ocho años de silencio después de dirigir El otro, Ariel Rotter conmovió al público de Rotterdam con su nuevo film, La luz incidente. Ambientado en Buenos Aires durante la década de los sesenta, el tercer largometraje del cineasta argentino es una ficción sobre una viuda de la alta sociedad incapaz de sobrellevar el dolor de su reciente pérdida. El virtuosismo de la película se halla en la forma de aproximarse a la frágil protagonista. La cámara de Rotter filma a Luisa (Erica Rivas) con la misma elegancia y delicadeza que definen al personaje. Un impoluto blanco y negro retrata a la bella dama caminando sin rumbo por las calles porteñas vacías, o paseándose, con desidia y los mismos vestidos negros de Monica Vitti, entre los invitados de las fiestas a las que debe asistir por compromiso. Homenajeando Michelangelo Antonioni, Rotter representa la ausencia del marido través de las largas, pausadas e inexplicables salidas de la protagonista; así como sus gestos, sus miradas perdidas o su incomunicación con su entorno. He aquí una joya para los amantes del cine del maestro italiano.
El cine mexicano actual es una mierda, el cine mexicano de los 80s es una mierda, en realidad el cine mexicano de los 70s hasta ahora es una mierda.
Gracias por tu comentario, Jorge. Los que no somos expertos en cine mexicano, agradeceríamos algún matiz en tu respuesta, sobre todo si la ponemos en relación con lo que comenta Carlota Moseguí en su crónica de Rotterdam. Y permite que considere que tu «nombre» es un avatar.
Saludos,
Manu Yáñez
La «crítica» mexicana del cine es más mierda que el cine
Hector Kotsifakis tienes toda la razòn. Jorge Ayala, que làstima, tenìamos en buena estima…