En el tramo final del más reciente film de Noah Baumbach, Historia de un matrimonio, Adam Driver –en el papel del dramaturgo Charlie, ya divorciado de Nicole, la actriz encarnada por Scarlett Johansson– se encuentra en un music bar junto a su troupe de actores cuando sus pesarosas confidencias sobre el desgaste producido por su separación se ven interrumpidas por un maravilloso deus ex machina musical. El piano man, fuera de plano, introduce los acordes iniciales de Being Alive, uno de los showstoppers más sentidos del musical Company. Driver, que empieza a cantar con un ánimo casi paródico, afectando una serie de manierismos gestuales, emprende a lo largo de su interpretación musical un prodigioso viaje hacia una genuina verdad existencial: las palabras que entona van ganando en gravedad, en significación emocional, en expresividad física. De algún modo, las palabras devienen objetos rítmicos, casi táctiles, que a su vez actúan como escaparate de las cicatrices interiores del personaje.

Esta prodigiosa interpretación de la oda al arte de vivir y amar que es Being Alive no supone la única aparición de Stephen Sondheim –el gran maestro del musical norteamericano, autor de Company– en Historia de un matrimonio. Cinco minutos antes, Scarlett Johansson interpreta, junto a su hermana y su madre en la ficción, la chistosa You Could Drive a Person Crazy, también del musical Company. En este caso, la ligereza del número puede hacer que la letra del tema pase más desapercibida, aunque la frase final, “Bobby is my hobby and I’m giving him up” (“Bobby es mi afición, y lo voy a dejar”), contiene claras resonancias que aluden al proceso de divorcio de Charlie y Nicole. En términos dramáticos, lo interesante es que Baumbach introduce las interpretaciones de You Could Drive… y Being Alive en un pasaje del film en el que la pareja se encuentra en lugares emocionales antitéticos: Nicole, arropada por su familia, aliviada por la inminente resolución del divorcio, experimenta una ligera sensación de victoria, segura de que la pesadilla está próxima a su fin; mientras que Charlie sigue sumido en la negación. Sin embargo, tras el estremecedor alegato entonado por Driver (“But alone is alone, not alive”; “Pero estar solo es estar solo, no estar vivo”), su personaje asume la realidad de su un nuevo rol. Los temas que Baumbach elige para las dos escenas representan, con claridad meridiana, las dos caras de la desintegración de la pareja.

Más allá del interés de Baumbach en Sondheim –que puede sorprender si se atiende a la distancia entre el apego al naturalismo del cineasta y el artificio inherente al género musical–, llama la atención la reciente avalancha de guiños a la obra del célebre compositor, letrista y músico. Además de la muy obvia utilización del Send in the Clowns del musical A Little Night Music en Joker de Todd Philips, y la más anecdótica aparición del tema Losing My Mind de Follies en Puñales por la espalda de Rian Johnson, la distintiva música de Sondheim también ha engalanado series como The Politician o The Morning Show. En la primera, el prolífico showrunner Ryan Murphy (nada ajeno al mundo del musical, como creador de la serie Glee) decide poner en escena un dueto de Assassins, titulado Unworthy of Your Love, que interpretan Ben Platt y Zoey Deutch. Se trata de una dulce canción sobre el amor ciego que esconde oscuras intenciones y obsesiones, y que en la trama de la serie funciona como una alusión al desaforado compromiso político del personaje de Platt. Por su parte, en The Morning Show, la interpretación del tema Not While I’m Around del musical Sweeney Todd –sobre dos personajes que se prometen protección mutua ante una arrolladora fuerza vengativa– alumbra el complejo vínculo entre los personajes interpretados por Jennifer Aniston y Billy Crudup, la directora de un prestigioso programa de noticias y el ejecutivo de una cadena expuesta a los abusos de poder y las agresiones sexuales. Aquí, como ocurría con el personaje de Adam Driver en su interpretación de Being Alive, la canción describe una transformación, desde una cierta asepsia inicial hasta la compenetración final, que revela la vulnerabilidad que comparten los personajes de Aniston y Crudup.

Hay varios aspectos que deben tenerse en cuenta a la hora de evaluar la coincidente aparición de temas de Sondheim en obras tan dispares. Por un lado, sorprende la disposición general a incluir, en el seno de ficciones de corte naturalista –el caso de Puñales por la espalda, con su apuesta por el whodunit caricaturesco, sería la excepción–, préstamos procedentes del teatro musical, un ámbito expresivo marcado por una concepción radical del artificio y la “suspensión de la incredulidad”. Aunque el asombro es aún mayor si atendemos a la elección específica de Sondheim, un autor conocido por la complejidad armónica y melódica de sus piezas, así como por una visión profundamente humanista, aunque también melancólica, del mundo. No en vano se le ha considerado, en ocasiones, como el “Shakespeare del musical”. Preguntada acerca de este auge en la apreciación de la obra de Sondheim, Kerry Ehrin, la showrunner de The Morning Show, proponía que “quizá el mundo ha entrado en una época Sondheim. El mundo que tenemos ahí fuera es verdaderamente complicado; y Sondheim también lo es”.

Ante un micrófono de pie, Adam Driver –el alter ego de Noah Baumbach en Historia de un matrimonio– comparte con el espectador lo que le pasa por la cabeza, lo que realmente siente. A lo largo de la película, tienen lugar varias escenas de discusión, momentos vistosos, ruidosos, alterados. Sin embargo, es en la calma reflexiva y dolida de la interpretación de Driver del tema de Sondheim donde la película encuentra su lugar… y el espectador en ella. Being Alive actúa como un bálsamo previo a la clausura del relato, como sucede en Company, cuando tras todo el ruido generado por un cúmulo de personajes que entran y salen de escena, que dicen lo que les toca y se van, el protagonista, solo ante su galimatías mental, canaliza su sufrimiento vital a través de la música y el canto. Puede que el mundo, y todavía más nuestro mundo de hoy, sea un lugar complejo. Por suerte, las obras de Sondheim siempre estarán ahí para tendernos la mano.

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