El español Javier Gullón adaptó en Enemy el libro “El hombre duplicado” de José Saramago. En la cinta, el protagonista se encuentra con un hombre exactamente igual a él pero con una vida casi opuesta. Por supuesto el filme incluye cambios de roles, tensión e interrogaciones sobre la propia identidad, pero también muchos otros elementos claramente irresolubles entre los que destaca esa ya mítica araña gigante que va contaminando al personaje y a su percepción de la ciudad. No hay respuestas, pues, para varias de las preguntas que Gullón y Villeneuve se hacen (y nos hacen), pero el resultado es tan gradualmente oscuro e hipnótico que la experiencia se mide más por los pasos que toma que por la meta que se atisba en el horizonte. Uno de los grandes hallazgos de Enemy es su posición de pequeña ciencia ficción doméstica: el encuadre de una novia embarazada o el de una madre que tal vez es desleal pueden causar más desazón que el hecho de encontrarse con la fotocopia de uno mismo. Enemy es necesariamente confusa pero, en cualquier caso, es una película sobre la que tanto partidarios como detractores disfrutan debatiendo, y eso siempre supone un plus de interés y atractivo.

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