Gonzalo de Pedro

Hay almas en el paisaje, espectros, sombras, memorias de otras vidas que nos acompañan. Y Lois Patiño se ha propuesto encontrar el dispositivo cinematográfico que extrae de la naturaleza aquello que atesora invisible a nuestros ojos. Presente en el Festival de Locarno por tercera vez, el realizador gallego estrena aquí dos nuevos cortometrajes; uno, Noite Sem Distância, producido por el festival Curtas Vila do Conde (Portugal), y otro, Estratos de la imagen, que hasta ahora se había podido ver solamente en su formato de instalación artística. Los dos trabajos, aunque muy distintos entre sí, comparten una misma exploración perfectamente coherente con el trabajo anterior de Patiño, siempre interesado en el paisaje (aquella naturaleza enmarcada por los límites de la imagen) en relación a la experiencia humana: ya sea para explorar, como en sus primeros trabajos, el transcurso del tiempo frente a una naturaleza que parece inmutable ante nuestra mortalidad, ya sea, como en su celebrado largometraje Costa da morte (2012), ganador precisamente en Locarno del premio al mejor realizador joven, de la memoria humana inscrita en la naturaleza.

Estos dos cortometrajes abundan en el aspecto menos naturalista del trabajo de Patiño, por si alguien tenía dudas acerca de su aproximación personal, y no siempre romántica, a la naturaleza: distintos dispositivos cinematográficos, o directamente fotográficos, alejan a ambos cortos de la representación idealizada del paisaje para convertirlo en una materia prima que Patiño moldea. La naturaleza es la fuente, pero no es la musa, y el objetivo no es ni mucho menos una representación realista, una mimesis de lo real, sino la construcción de una experiencia cinematográfica, sonora, audiovisual, que cuanto más abstracta y extrañada es, más se vincula con el paisaje original, dejando ver la fascinación que este ejerce en el realizador. Valga el siguiente ejemplo: en estos dos trabajos, el agua, los ríos, las cascadas, son oscuras como la sangre más espesa, o son de mil colores imposibles, evidenciando así que mientras la naturaleza es aquello que nos sobrepasa, y que no entendemos, el paisaje es una representación imaginada por el ser humano: lo que cabe entre los cuatro lados de un encuadre.

La cara más abstracta y extrañada del paisaje en "Noite sem distancia".

La cara más abstracta y extrañada del paisaje en “Noite sem distancia”.

Estratos de la imagen es un corto breve y silente, en el que Patiño explora una nueva dimensión de la relación hombre-paisaje, y que tiene que ver nuevamente con la experiencia del tiempo vivido y pasado. A través de una separación en capas (estratos) de la imagen de un hombre completamente inmóvil frente a una cascada (¿acaso hay una representación más clara del infinito que un río que nunca deja de manar?), Patiño no solo trabaja sobre la idea de lo pasajero y lo infinito, sino que descompone la imagen en colores imposibles y casi lisérgicos, reforzando y multiplicando la experiencia extática de contemplación de lo infinito, y convirtiendo la imagen en lo que realmente es: una imagen.

Por su parte, Noite Sem Distância supone la primera aproximación de Patiño a algo similar a una ficción depurada: el retrato del tiempo detenido de unos contrabandistas que tratan de cruzar la frontera entre Galicia y Portugal en un tiempo indefinido. Un compás de espera nocturno en el que el realizador ensaya dos técnicas de extrañamiento: por un lado, una simple inversión en negativo de la imagen convierte el paisaje en una pesadilla extraída de una noche alucinada, tan irreal que solo puede ser cierta; por otro, Patiño juega con cierto contraste entre la inmovilidad de las figuras humanas dibujadas sobre un paisaje que no se altera, y una cámara que lo recorre levemente. Todo se mueve, todo respira, todo suena, todo avanza imperturbable excepto esas sombras semi-humanas, espectros, voces de otro tiempo, que respiran levemente, casi inmóviles, imperturbables ante el paso del tiempo.

Rastros de un alma en el paisaje de "Noite sem distancia".

Rastros de un alma en el paisaje de “Noite sem distancia”.

Al comienzo de la película, una cita de Teixeira de Pascoaes reza: “Presentimientos, figuras, apariciones, dibujan, en el aire, sus formas de luz… Los árboles hablan, en lo salvaje, y la noche parece escucharles… Extáticas figuras montañosas esculpen el rostro de la distancia, marejada de estrellas. Hay huellas de almas en el paisaje”. En un gesto muy patiñiano, el trabajo posterior vendrá a apoyarse en esa cita literaria, convirtiéndose en la encarnación viva de esas palabras: hay rastros de almas en el paisaje. Si cualquier documental tiene una relación directa con la muerte y los espectros, por su especial vinculación con lo que queda y lo que desaparece, Patiño ha construido con Noite Sem Distância su película más fantasmagórica, más aterradora. Alejándose de la posible trampa del falso naturalismo romántico con el que podía coquetear Costa da Morte, esta película encuentra un camino fértil de trabajo muy personal. Recuperemos una cita de Paul Ward en Drama-documentary, Ethics and Notions of Performance que confiamos que gustará a Patiño para cerrar el texto: “Lo “irreal” no se refiere simplemente a algo que no es real, sino que establece una distinción entre la realidad objetiva por un lado y la pura fantasía por el otro. Así, lo irreal se distingue de ambos extremos por ser una realidad reconocible que no existe literalmente en el mundo objetivo de “ahí fuera, pero que podría derivarse (hipotéticamente) de él”.