¿Qué es Europa hoy? ¿Un continente perdido entre ciudades desérticas, fiestas imposibles de encontrar y edificios en ruinas? ¿Una ilusión atascada en las tinieblas del siglo XXI? ¿Un estado de abatimiento del que sólo podemos escapar refugiándonos en el territorio incorruptible de las caricias y los besos? Todas esas opciones se apuntan en las imágenes en fuga de Europa, la ópera prima de Miguel Ángel Pérez Blanco, una obra que plantea un esteticista retrato de la catástrofe europea. En su empeño por refugiarse en un intimismo radical de luces artificiales –a la Philippe Grandrieux, o como si Philippe Garrel y Nicolas Winding Refn hubiese parido un hijo bastardo–, Europa deporta los signos de su discurso político a la esfera de lo conceptual. Lo más parecido a un manifiesto lo hallamos en una pregunta lanzada al aire por un extra perdido (“¿Dónde está la fiesta?”). Filmada en un formato 4/3 que parece aprisionar a sus lúgubres protagonistas, la película rehuye la construcción psicológica de personajes y parece alérgica a lo narrativo. Lo más parecido a una historia es la fábula romántica (con sus justa dosis de nocturnidad perturbadora) que vive una pareja que se pierde de camino a una rave. En realidad, aunque a Pérez Blanco parece interesarle mucho más la búsqueda infructuosa y la resaca de sus criaturas que la fiesta en sí misma. Manu Yáñez

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