Observada en su conjunto, la carrera de Wes Anderson parecía dirigida, desde sus comienzos, a la realización una película de animación. Con su gusto por el detallismo enfermizo, el trazo tipológico y el barroquismo extremo, Fantastic Mr. Fox, su magistral adaptación de la novela homónima de Roald Dahl, podría considerarse la culminación de una evolución estilística y narrativa. En Mr. Fox están todos los rasgos característicos del universo Anderson: las familias disfuncionales, los sueños de grandeza, la palpable certeza de que la gloria se desvanece, el pulso satírico y la ternura infinita. Eso sí, no hay procesiones a cámara lenta: el stop-motion impone una velocidad mayor que Anderson traduce en unos sensacionales “números musicales” a cámara rápida (una velocidad que el director de Academia Rushmore llevaría al paroxismo en la también magistral El Gran Hotel Budapest). Es Fantastic Mr. Fox una película para soñar, sufrir i amar; una película para atisbar la villanía y creer en la fraternidad. MY

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