Con Negociador (2014), Borja Cobeaga logró un fino ejercicio de humor negro recreando las negociaciones de 2005 y 2006 entre el gobierno español y la ETA. Aquella película con envoltorio de sátira revelaba cómo la comedia puede ser tanto un mecanismo de distanciamiento como de gran empatía. En Fe de etarras, un proyecto que barruntaba desde hace años, el director y guionista vasco vuelve a reunirse con Diego San José, su socio habitual, para profundizar en las inquietudes que ya expresaba entonces. Esta producción de Netflix gira en torno a un comando etarra que no puede evitar empaparse del pequeño sindiós que rodea la comunidad de vecinos donde se oculta su piso franco. Los protagonistas esperan, y desesperan, en vísperas de que la selección española gane la copa del mundo de 2010, aguardando para asestar el golpe prometido por los cabecillas del grupo terrorista. Pero la cruda comicidad, las punzantes líneas de diálogo y los momentos de mayor sainete vuelven a funcionar no solo como evasión, sino también en pos del acercamiento entre posturas antagónicas. La risa del filme es una llamada a la consciencia–como individuos y como sociedad– y nos recuerda que muchas veces nuestras ideas y razones, por inapelables que nos resulten, responden en gran medida a una cuestión emocional. David San Juan Bayón

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