Dentro de la retrospectiva que Documenta Madrid dedicada a la productora española, radicada en Holanda, Carmen Cobos, uno de esos nombres invisibles, pero que atraviesan parte del cine documental contemporáneo como una constante, encontramos la que quizás sea la mejor de todas sus producciones: Forever, de la cineasta peruana Heddy Honigmann. Una película en la que el “dispositivo”, como llama Patricio Guzmán al aparato teórico-práctico con el que se pone en marcha la película, no podía ser más sencillo: una cámara, un micrófono y una cineasta con capacidad de diálogo y escucha en un cementerio parisino. Así, ante la cámara van desfilando personajes anónimos que acuden a rendir tributo a seres queridos de todo tipo: a los que conocieron y a los que no. Siendo el Père-Lachaise un cementerio repleto de celebridades, la película es, frente a lo que podría parecer, un canto a la vida a través del arte, un retrato preciso de la memoria extendida más allá de las barreras físicas a través del legado de los artistas y sus ecos en aquellos que les siguen admirando. GdPA

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