Desde que firmó su última obra, Encerrada (2010), John Carpenter parece más feliz centrado en su faceta de músico y compositor que como director de potenciales nuevas películas. Y esto, aunque es una pequeña gran lástima, nos obliga a saciarnos de la sed por su cine revisitando joyas de su filmografía como Golpe en la pequeña China, disponible en el catálogo de Netflix, una película que se presenta como un auténtico disparate, pero entiéndase esto no como vicio, sino más bien como virtud. Es un disparate delirante y delicioso, que te hace gozar, vibrar y volar muy alto con su sentido de la maravilla donde lo imaginable se hace posible, y lo posible, real. Siguiendo la mejor tradición de las peripecias descacharrantes de los 80, la película protagonizada por Kurt Russell transmite un divertimento sin parangón, no queriendo tomarse a sí misma nunca demasiado en serio, a riesgo de madurar y dejar de ser la más molona del barrio. Villanos de opereta –o de máquina recreativa–, brujería, tortas de kung fu, monstruos y un héroe tan duro de pelar como zafio y patán; todo ello mezclado y agitado en los subterráneos del Chinatown de San Francisco. No todos los aspectos de Golpe en la pequeña China han envejecido por igual. Si bien ciertos planteamientos harán arquear la ceja al espectador actual –esas damiselas en apuros– la película mantiene intacto su brindis por la aventura sin paliativos, y la lleva hasta el final. Carpenter se divierte haciendo el gamberro y el público lo hace con él. David San Juan Bayón

Ver Golpe en la pequeña China en Netflix