Desde hace algunos años, la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes tiene la saludable costumbre de programar cine de género puro y duro. Allí se presentó el año pasado Green Room, el nuevo film del director de Blue Ruin, con la que tiene algunos puntos en común y otros muy distintos. Si bien ambas integran el llamado nuevo cine de género independiente que parece estar haciendo furor en Estados Unidos, aquella era más un drama con toques policiales mientras que aquí nos encontramos con un thriller que coquetea con el cine de terror en la línea del John Carpenter de Asalto a la comisaría del distrito 13 o del Walter Hill de Los amos de la noche (The Warriors). Aquí los protagonistas son una banda punk que va de gira por los Estados Unidos en una furgoneta. Uno de sus shows es un fracaso y el chaval que los contrata, para intentar recuperar algo de dinero, les recomienda tocar en un club de skinheads.

Todo parece ir bien hasta que una canción un poco antinazi fastidia al público y en cuanto termina el show la banda queda atrapada en el backstage con otro grupo y una mujer muerta con un cuchillo en la cabeza. Ese es el comienzo de un juego de gato y ratón entre los miembros de la banda y la comunidad de skinheads. Intensa, violenta y oscura, la película se transforma en un chase movie tocada por arrebatos gore. Saulnier bebe de los maestros del género policial y violento americano más seco, al que le agrega alguna dosis de terror excesivo hasta lo humorístico. Si bien por momentos la cantidad de personajes vuelven un poco confusa la trama, eso no le hace perder fuerza ya que el foco siempre es claro, lo mismo que la geografía del lugar y las relaciones de poder. Vienen bien, también, algunos momentos de humor y camaradería entre los miembros de la banda, especialmente en una apuesta que juegan a lo largo de todo el filme.