Víctor Esquirol (Festival de Berlín)

La última vez que vimos a Gus Van Sant en una sala de cine, recordemos, fue en el Festival de Cannes de 2015. Ahí presentó El bosque de los sueños, y protagonizó uno de los descalabros más dolorosos de la historia reciente de dicho certamen. Un siniestro total. Desde entonces, más allá de una miniserie para televisión, no se supo más de él… hasta esta Berlinale, donde llegó con una película que se despide con una imagen reveladora: la de un Joaquin Phoenix mirando directamente a la cámara. Con unos ojos y una caracterización que, si a alguien recordaban, era al propio Van Sant. Don’t Worry, He Won’t Get Far On Foot es un biopic dedicado al ilustrador John Callahan, sufrido luchador (tanto de pie como desde la silla de ruedas) contra los demonios del alcoholismo. El hombre tocó fondo cuando, en una de sus muchas noches locas, sufrió un accidente de coche que le dejaría discapacitado para el resto de su vida.

Uno se estampó en la Croisette; el otro en una carretera californiana de mala muerte. Ambos aprendieron a levantarse. La película da cuenta de ello buscando, irónicamente, la movilidad. Cuanto más reducida está la del protagonista, más inquieta se muestra la narración de una historia que parece moverse simultáneamente en varios espacios y momentos. Un descontrol aparente que adquiere sentido en las manos de Van Sant. En ningún momento se trataba de añadir confusión al asunto. Todo lo contrario, el objetivo era aligerar su carga.

Si el sentido común pedía drama, Van Sant se decanta por la comedia, y acierta. Empapándose del humor ácido de su protagonista (inspiración también para un Joaquin Phoenix en su salsa), hace del handicap primero un chiste para conectar con la audiencia, y después una motivación para propiciar la inspiración. Todo se salda todo en una digna y equilibrada feel good movie. Complaciente con el gran público, pero con la personalidad suficiente como para ponerle, en algún que otro momento, en una posición de ligera incomodidad, como le hubiera gustado al propio Callahan. Atrevida y siempre fiel a su apuesta cartoonish, Don’t Worry, He Won’t Get Far On Foot se muestra obediente en el cumplimiento de los pasos a seguir en pos de la rehabilitación. He aquí un manual de autoayuda que prioriza el buen rollo a la entrega de respuestas fáciles, una apuesta por el humor como terapia definitiva.