Cineasta mexicano, apadrinado por Carlos Reygadas, e hijo mimado del Festival de Cannes, presentó su tercera película, tras dos cintas que apenas llegaron a verse en España, y con las que afirmaba ya lo que consolidaría en esta tercera: una apuesta por la violencia extrema pasada por un realismo esteticista, pero siempre cargado de un poderoso humor negro, y una cierta tendencia a la redención. Aunque en ciertos momentos, el trabajo de Escalante encaja a la perfección en aquello que los festivales del norte demandan del cine latinoamericano, es decir, violencia, sexo, drogas y pobreza, es cierto que su apuesta visual, su trabajo formal, y ese refugio del humor, terminan por distanciarlo de la mera explotación pornográfica de la miseria y de la denuncia social vacua y bienpensante.

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