Gonzalo de Pedro Amatria (Festival de Berlín)

Viejo conocido del Forum de la Berlinale, donde estrenó en 1977 su primer largometraje, 11×14 (del que este año presentaba también una copia restaurada en 35mm, como resultado de la colaboración entre Arsenal y el Filmmuseum de Viena), James Benning estrenó este año uno de sus más recientes trabajos, el mediometraje L. Cohen, presentado en forma de instalación en la exposición del Forum Expanded A Mechanism Capable of Changing Itself. L. Cohen es, en apariencia, otro trabajo observacional del autor de Ten Skies, realizado en digital: un plano fijo de una granja en Oregón, en la que nunca veremos a nadie, más allá de algún animal que se posa en un poste de electricidad y unas voces humanas en modo celebratorio. Sin embargo, L. Cohen contiene al menos dos momentos de especial belleza, y magia, que lo distancian de la observación perezosa: el último es una canción de Leonard Cohen, Love itself que comienza con estos versos: “La luz entraba por la ventana / Directamente del sol en el cielo / Y así en mi pequeña habitación / Se zambullían los rayos del amor”; canción que cobra todo su sentido en relación al otro momento mágico, acontecido minutos antes: un eclipse solar, que transforma por unos minutos el insípido campo sembrado, con montaña nevada al fondo, en un momento fuera del tiempo y el espacio. Como siempre en Benning, el trabajo sonoro, que parece sincrónico, y probablemente no lo sea, es clave en la creación del paisaje visual, y al eclipse le preceden los sonidos nerviosos de un enorme pájaro en la lejanía, y le siguen los gritos de alegría de un grupo de gente que nunca llegamos a ver. Por unos instantes, lo que era sin más un campo sembrado en el que apenas ocurre nada, o cuyos cambios son imperceptibles a nuestra vista, se transforma ante nuestros ojos, creando un momento extático, la filmación de algo tan real que parece inventado.

Por otro lado, y aunque la documentación del trabajo marca una duración de 45 minutos, la presentación en loop, sin créditos ni marcas de principio ni final, transciende la pura filmación del tiempo real, al que muchos asocian a Benning de forma automática, y convierte al trabajo más bien en una suerte de impugnación del tiempo cinematográfico, o mejor dicho, en un presente continuo que niega por extensión el tiempo fuera de la pantalla. Estamos ante un día eterno, que contiene en su interior un misterio descomunal, un momento que por hiper-real, lo convierte todo en un imposible, un día infinito atravesado por una noche fuera de lugar, fugaz, breve, y deslumbrante.

Justo después del eclipse, la película ofrece otro extraño momento: la sombra de un paracaidista se dirige hacia la cámara como si fuera la avioneta de North by Northwest (Con la muerte en los talones, Alfred Hitchcock, 1959). No hay que olvidar que la obra de Benning dialoga, en muchos de sus trabajos, de forma directa con la tradición cinematográfica norteamericana más popular, para reivindicar su pertenencia a una familia más grande que el puro experimental. Aquí, esa sombra amenazante ejemplifica cómo el paisaje en las películas de Benning es ese lugar en el que se encuentran el hombre y la naturaleza, y que contiene todas las contradicciones de la explotación capitalista. 

Una manera de entender, por comparación, la potencia del trabajo de Benning pasa por el dialogo con otro trabajo instalado en la misma exposición, justamente a la entrada: Extended Sea, de Nesrine Khodr (2017), una filmación de doce horas en plano fijo de una piscina con un mar de fondo, que permitía seguir en tiempo real la evolución de los cambios en el paisaje, en la luz, en el movimiento del mar y del agua retenida. Podría parecer otra posible película de Benning, pero lo cierto es que L. Cohen desvela con finura que el trabajo de Benning siempre ha estado, y está, más allá de la pura filmación automática de lo real, y que sin parecerlo puede llegar a darse la mano con lo misterioso, o al menos, que su capacidad de observación no es un mero registro documental, sino sobre todo una puesta en cuestión de nuestra capacidad para entender lo que vemos.