Carlota Moseguí

Sensual, grotesco y políticamente incorrecto, el cine del portugués João Pedro Rodrigues transcurre en el reino de lo indebido: allí donde las peores pesadillas y las fantasías prohibidas devienen reales, desenmascarando el brillo y la miseria de la condición humana. Sus films suelen estar protagonizados por outsiders –basureros, fetichistas, transexuales, mujeres despechadas, homosexuales atrincherados en el armario– abocados, en la ficción, a una suerte de sinsentido dramático. Sin embargo, el nuevo mártir de Rodrigues no tiene problema alguno con el orden social; tampoco esconde secretos inconfesables o traumas que desalienten su existencia. El director de O fantasma juega por primera vez con el destino de un hombre corriente llamado Fernando: un ornitólogo feliz, apasionado con su trabajo, que se adentra en la reserva natural de Trás-os-Montes con el fin de verificar el estado de unas aves en peligro de extinción.

Así, aunque la primera hora de O Ornitólogo esté filmada a la manera pedagógica e inofensiva de un documental de National Geographic, el espectador no debe bajar la guardia. Tras la prolongada presentación del hábitat natural y del protagonista, llega el momento de abrocharse los cinturones porque el delirio está a punto de empezar. Cuando el ornitólogo pierda el control de su kayak siguiendo un pájaro con sus prismáticos, la corriente lo arrastrará hacia la tierra del absurdo: un confín que no dejará de mandarle señales macabras hasta que descubra su verdadera identidad. Y es que Fernando ha vivido todos estos años sin saber que es San Antonio de Padua.

A propósito del singular arranque de la película, tan alejado de su filmografía anterior, Rodrigues señaló en la rueda de prensa de O Ornitólogo en Locarno que el empleo de un estilo “científico” refleja uno de sus sueño de infancia: convertirse, justamente, en ornitólogo. Como reiteró a lo largo de la rueda de prensa el moderador Mark Peranson –director de la revista canadiense Cinema Scope y programador de Locarno– estamos ante el film más intimista de Rodrigues desde O Fantasma, aunque el autor se niegue a reconocerlo. Rodrigues ha puesto algo más que sus sueños en su nuevo film, concretamente su cuerpo (con una aparición estelar reservada para el desenlace) y su voz.

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Los asistentes al estreno de la película se llevaron una gran sorpresa al escuchar cómo la voz del director salía de los labios del actor Paul Hamy (Suzanne, Maryland, Malgré la nuit). Al parecer, el actor francés siempre fue el hombre que Rodrigues tuvo en mente para el papel del intrépido amante de las aves que es engullido por la maleza de la jungla. Sin embargo, había un único problema: el intérprete no habla ni una sola palabra de portugués. Por otro lado, Rodrigues añadió que Paul Hamy evoca a una generación de actores del western clásico –como, por ejemplo, James Stewart– que complementaban la virilidad, rudeza y fortaleza del héroe del Oeste con una pizca de dulce vulnerabilidad. La idea de Rodrigues era dirigir su primer western, pero no uno cualquiera: O Ornitólogo es el viaje de un hombre hacia su lado salvaje, aunque allí no encontrará su yo primitivo, sino una espiritualidad cegadora.

No es la primera vez que Rodrigues ironiza sobre la pasión por la religión a través de la figura del santo patrón de Lisboa. En su maravilloso cortometraje Manhã de Santo António, el portugués retrató a los lisboetas celebrando el día de San Antonio como zombis putrefactos que vomitaban o se desintegraban por las calles de la capital. Sin embargo, cabe aclarar que O Ornitólogo no es una frívola burla de la religión. Rodrigues ha definido su chocante ficción con el mejor oxímoron posible: una ‘hagiografía blasfema’ de San Antonio de Padua. Para terminar la rueda de prensa, Rodrigues incitó a la audiencia a rechazar que la representación de la vida de los santos sea monopolizada por la pintura, la escultura o la literatura. Si algo demuestra O Ornitólogo es que la espiritualidad también puede manifestarse a través de la representación cinematográfica del sexo, la violencia o la muerte.