Diego Batlle (Festival de Berlín)

Inés (Erica Rivas) se gana la vida doblando al castellano películas se serie B (por ejemplo, producciones japonesas cargadas de gore y erotismo) e integra también un coro profesional. Ella está emparejada con Leopoldo (Daniel Hendler), un tipo bastante posesivo y controlador con el que emprende un viaje en principio romántico, y en realidad bastante incómodo, a las zonas más turísticas de México que termina en tragedia. A partir de entonces, sus ya habituales miedos, angustias, fobias y traumas no hacen más que potenciarse y amplificarse hasta niveles tan enfermizos que empiezan a generarle una creciente escisión entre lo real y lo imaginario.

Del estrés a los desórdenes psíquicos, de las pastillas a las pesadillas recurrentes, de energías inmanejables a sonidos indescifrables y apariciones fantasmales, El prófugo (un relato inspirado en la novela El mal menor, de C.E. Feiling) es un thriller psicológico cada vez más ominoso que tiene claras influencias del cine de Brian De Palma y David Cronenberg, y cierta estética del giallo, y más específicamente de la obra de Dario Argento.

La narración se vuelve aun más compleja en la segunda mitad, con la aparición de Alberto (Nahuel Pérez Biscayart), un joven afinador de órganos, el regreso de la madre de Inés (Cecilia Roth), que se instala con ella para ayudarla y contenerla, y la irrupción de varios inquietantes personajes secundarios. El sonido (brillante trabajo de Guido Berenblum) tiene tanta o incluso por momentos más incidencia dramática que la imagen en un film que en ciertos aspectos recuerda a Berberian Sound Studio, el film del inglés Peter Strickland.

El prófugo se sostiene en una zona complicada (está siempre al borde de la explotación de los elementos propios del género de terror), ya que, en vez de apelar a la manipulación emocional del espectador a fuerza de golpes de efecto, opta por la creación de climas sugerentes, la construcción de un universo íntimo e inasible dominado por una sensación de peligro latente, por una permanente desconfianza y una fuerza contagiosa y perturbadora que va contaminándolo todo. En este sentido, y tras la poco entusiasta recepción que había obtenido con Muerte en Buenos Aires, El prófugo resulta un sorprendente, auspicioso y destacable salto cualitativo en la carrera de Natalia Meta.