El más desconocido de los cineastas de la Nouvelle vague, Jacques Rivette elaboró en La bella mentirosa un sugerente tratado sobre varias relaciones: la del artista con su musa, y sobre todo la del artista con su propia experiencia creativa. Adaptación de un relato de Balzac titulado Le chef d’oeuvre inconnu, el film está protagonizado por un pintor (Michel Piccoli) que vive con su mujer en la Provenza francesa y que recibe la inesperada visita de un joven artista parisino, y su joven novia Emmanuel (interpretada por Emmanuelle Béart). El pintor retomará una obra que tiempo atrás dejó inacabada, pero esta vez será la bella Emmanuel su musa y no su mujer. En el film confluyen varias de las obsesiones de Rivette: la agonía del artista que revisa una y otra vez la propia creación (L’amour fou), o la obra de arte que se bifurca en imprevisibles direcciones (el método que utilizó para Céline et Julie vont en bateau). Aunque la clave de la película puede estar en su misterio casi fantasmagórico. Como apunta Darragh O’Donoghue en la revista Senses of Cinema, “he aquí una adaptación del siglo XX de una historia del XIX ambientada en 1612, dramatizada en un tiempo presente embrujado por el pasado y narrado desde el futuro”. MY

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