Página web del Atlántida Film Fest.

Presentación de la programación del festival de FILMIN.

A BLAST. Syllas Tzoumerkas. 83 minutos. Grecia, Alemania, Países Bajos, Italia, Francia y Bosnia y Herzegovina (2014). Con Angeliki Papoulia, Vassilis Doganis, Maria Filini, Makis Papadimitrou, Themis Bazaka y Giorgos Biniaris.

En la última década, una determinada generación de cineastas griegos se ha empeñado en ilustrar las secuelas mentales que la crisis económica ha dejado en sus ciudadanos. Durante dos lustros, los films de autores como Yorgos Lanthimos, Ektoras Lygizos, Michalis Konstantatos, Syllas Tzoumerkas o Alexandros Avranas han estado protagonizados por individuos trastornados –especialmente mujeres–, personas con dificultades para conducir su vida íntima al margen de los problemas sociales. Las comedias negras o dramas de violencia extrema que han dirigido estos autores retratan Grecia como una jungla inhabitable. En el marco de esta tendencia, cabe situar el segundo largometraje del director y guionista Syllas Tzoumerkas. Estrenado mundialmente en la sección oficial del Festival de Locarno de 2014, A Blast brinda una radiografía de la parálisis emocional de Maria (Angeliki Papoulia), causada por una profunda empatía con la precariedad monetaria de Grecia, la crisis de valores que padecen sus semejantes y el ascenso del neonazismo entre la población. Por encima de la superlativa interpretación de Papoulia, sobresale el insólito montaje de la película, orquestado con el fin de aniquilar la lógica narrativa. Así, cada vez que la protagonista entra en cólera, y se siente impotente por no saber manifestar sus emociones, el espectador asistirá al visionado de una serie de flashbacks y flashfowards que dificultan el seguimiento de la trama original. Dichas escenas (que sucedieron o están por suceder) se identifican con los únicos momentos en que el personaje femenino exterioriza su malestar a través del sexo violento que practica con su marido, o atacando física y verbalmente a sus seres queridos. Incapaz de llorar o mostrar su ira, Maria está destinada a hundirse en el mismo barco que su país. Carlota Moseguí

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THE HERE AFTER. Magnus von Horn. 102 minutos. Suecia, Polonia, Francia (2015). Con Ulrik Munther, Sven Ahlström, Mats Blomsgren, Stefan Cronwall, Ellen Mattsson.

La ópera prima de Magnus von Horn, director sueco afincado en Polonia, es recordada como uno de los films más controvertidos vistos en la Quincena de Realizadores del penúltimo Festival de Cannes. Una suerte de remake deconstruido de La caza –obra maestra de Thomas Vinterberg–, The Here After expone el calvario de un individuo rechazado por su entorno a causa de un crimen que el espectador no llega a ver en pantalla. Así, la película de von Horn trabaja el fuera de campo con un proceder más sofisticado que el del film danés. El otro pilar de la propuesta del director sueco reside en su dominio del suspense: un control que prevalece durante las dos horas de metraje sin necesidad de dar información sobre la tragedia ocurrida. En The Here After tan sólo importa ese “porvenir” al que alude el título original. La estrella del pop sueco, Ulrik Munther, debuta como actor, dando vida al menor que regresa a su instituto tras una larga ausencia. No obstante, sus compañeros no tolerarán su retorno. Por ese motivo el protagonista se convertirá en víctima del más despiadado acoso escolar. Sin juzgar los actos de los abusones, ni el pasado del abusado, von Horn pone en escena una fábula extremadamente pesimista sobre la incapacidad del ser humano de perdonar. Carlota Moseguí

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BANG GANG (A MODERN LOVE STORY). Eva Husson. 98 minutos. Francia (2015). Con Finnegan Oldfield, Marilyn Lima, Lorenzo Lefèbvre.

Con su cita inicial de Carl Gustav Jung, Bang Gang (A Modern Love Story) intenta perfilar un viaje hacia las complejas tinieblas de la psique humana. Por desgracia, el resultado es más simple de lo previsto: la ópera prima de la francesa Eva Husson funciona como una fábula moralista que advierte sobre los peligrosos instintos básicos de una juventud atolondrada por el uso de las nuevas tecnologías. De partida, Bang Gang –ambientada en un barrio acomodado de Biarritz– despliega una avalancha de signos esquivos: una orgía que parece coreografiada por un autor de softcore televisivo, un encuentro de chavales que ensayan un “club de la lucha” inofensivo, un buda iluminado por luces de neón, una colegiala vestida con calcetines altos de color rosa. Uno no sabe muy bien si está ante una versión mainstream de Larry Clark, ante una aprendiz de Sofia Coppola y Gus Van Sant, o ante una heredera del Godard de Vivir su vida.

Lo que más se echa de menos en Bang Gang (algo que sí está en Clark, Coppola o Van Sant) es una ternura o empatía de la directora respecto a sus personajes. En el apogeo del fulgurante despertar sexual de los protagonistas, Husson reúne a los participantes en las bacanales adolescentes (las Bang Gangs del título) en un artificioso posado de grupo: una impersonal “foto de familia” cuidadosamente escenificada. De un modo similar, las escenas de sexo aparecen rigurosamente prefabricadas, carentes de vida, no queda claro si por la incapacidad de Husson para alentar la espontaneidad de sus actores o por su interés en una forma de sexo mediatizado y maltrecho por la sombra de la pornografía. A la postre, el retrato que ofrece Husson de una juventud extraviada en el limbo de las redes sociales no podría ser más rotundo, y al mismo tiempo elemental. Siempre esteticista, Bang Gang podría pasar por la adaptación de Michel Franco de una novela imaginaria escrita por Bret Easton Ellis. Manu Yáñez