La cumbre escarlata es la declaración de amor con claro conocimiento de causa de Del Toro a la narrativa gótica del s. XIX, época en la que se sitúa su film. Mia Wasikowska es Edith Cushing, una joven heredera norteamericana, de piel marmórea y especial sensibilidad sobrenatural, visitada desde niña por el espectro de su fallecida madre. Cuando conozca a Sir Thomas Sharpe (encantador y atormentado Tom Hiddleston), se convertirá en su mujer y se trasladará hasta Inglaterra, para vivir con él y su taciturna hermana Lucille (Jessica Chastain) en Allerdale Hall, la gran mansión familiar de los Sharpe. La destartalada casa, como toda buena morada de historia gótica de terror, ha ido acumulando una horda de espectros a lo largo de su vida, que la joven estadounidense empezará a percibir desde el momento en que ponga un pie en ella. No es extraño que un gran amante del terror y el fantástico como es el director mexicano (Cronos, El laberinto del fauno) genere en sus cintas una profusión de potentísimas ideas visuales, y La cumbre escarlata no es una excepción, con geniales detalles como que los fantasmas aparezcan cubiertos de un rojizo velo ectoplásmico o que la casa supure arcilla color sangre a ríos. Júlia Gaitano

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