Gonzalo de Pedro Amatria

Queremos camuflarnos, integrarnos
Y mientras lo intentamos más se nota que sobramos
Arena blanca, palmeras
Agua, cámaras de fotos, chanclas
¿tú qué esperas?
La nota final que nos define como horteras
Es que nos alojamos en un hotel con pulsera
Y en el hotel había de to’
Italianos, yanquis, alemanes y de Japón
Bebiendo to’ el día ron dominicano
Pero los españoles los que más la liamos!
Bailamos por ahí con autoestima
Compramos souvenirs “made in china”
“Dos españolazos”, Tote King. El lado oscuro de Ghandi.

En 1988, Dennis O´Rourke dirigió Cannibal Tours, una ejemplar película de etnografía inversa en la que la visita de un grupo de turistas neozelandeses a una isla de antiguos caníbales se convertía en un espectáculo de crítica posmoderna: poniéndose del lado de los ex-caníbales, ahora reconvertidos en resignados vendedores de souvenirs, girando la cámara y filmando a los turistas que desembarcaban ansiosos, O´Rourke conseguía transformar a los turistas en los nuevos caníbales, que, armados con sus cámaras de fotos y vídeo, devoraban la puesta en escena de la autenticidad, para digerirla a posteriori, en la tranquilidad de sus vidas de turistas blancos, con la satisfacción de quien ha capturado una presa única. Ha pasado mucho tiempo de esa película, que retrataba un turismo incipiente, los comienzos del movimiento planetario que conduce a millones de personas todos los días de un rincón a otro del planeta para retratarse en las mismas posturas, comer en los mismos restaurantes y, al mismo tiempo, tratar de vivir lo que a todas luces son versiones pre-diseñadas, simulacros, de experiencias auténticas. Y sin embargo, pese a los años, pese al cambio digital, los vuelos low-cost y los paquetes turísticos, en la película de O´Rourke ya están contenidas muchas de nuestras realidades contemporáneas en torno al concepto del turismo: ese afán de búsqueda de algo que se vende como auténtico, y que sin embargo no existe más que en la imaginación del turista (y en los folletos de las agencias), combinado con el movimiento en masa mundial, y la cada vez más desarrollada capacidad de los turistas de no ver nada más que aquello que están buscando.

La nueva película de M. A. Blanca, líder de Manos de Topo, es un hijo perfecto de una época de sobresaturación a todos los niveles: en el espacio público, el privado y en el audiovisual. He aquí una película desbordante y desbordada que toma el turismo (en Barcelona) como punto de partida, telón de fondo y leit-motiv: la ciudad de los tres millones y medio de turistas anuales es la verdadera protagonista de este trabajo que bascula entre la sátira y el terror, entre el flujo psicótico de imágenes y el exorcismo audiovisual, entre el documental de archivo y la ficción punk, entre el musical y el zapping desenfrenado en YouTube. Con Cannibal Tours de fondo, como referente ineludible, La extranjera es una película canibalesca y carnavalesca, un torrente de imágenes que, tomando a los turistas como causa pero también consecuencia de unas políticas de gestión de la identidad y el espacio público, que han convertido el espacio compartido en un objeto de compra-venta, retrata la ciudad como un infierno imposible de habitar, un parque temático para el negocio planetario del turismo que convierte todos los lugares en los mismos lugares, escenarios para el paseo virtual.

La_extranjera_2

La extranjera se presenta de forma irónica con una cita meta-reflexiva sobre el proceso de construcción de la propia película: “es una superproducción, necesitaremos muchos extras”, dice una voz oscura, para dar paso a ese montaje aparentemente delirante en torno a un crimen cometido en la playa de Barcelona: el de una mujer joven, turista, que aparece aparentemente muerta, en la arena, de madrugada. A través de su mezcla de formatos, imágenes ajenas e imágenes propias, descargadas o rodadas, La extranjera plantea no solo una visión crítica y descarnada de las políticas públicas, sino una reflexión sobre la experiencia propia, real, en un mundo de simulacros, en el que las imágenes se compran y se venden, y han terminado por sustituir las experiencias reales por sus copias prediseñadas: ¿es posible el verdadero encuentro, el verdadero conocimiento, o el mundo nos aboca a ser turistas incluso de nuestras propias vidas, sometidos a la grabación constante, a la vivencia extrema, pero siempre superficial? Cannibal Tours se inauguraba con una cita ya mítica: “No hay nada más extraño en una tierra extraña que el extraño que la visita”; el problema, tal y como lo plantea La extranjera, es que resulta imposible distinguir quién es extranjero y quien foráneo, convertidos todos en turistas incluso en nuestras propias ciudades.

El trabajo delirante de imágenes bastardas de la película, muy emparentada con el trabajo de la sevillana María Cañas, por buscar referentes cercanos de similar actitud punk, invita a pensar que llegará un momento en que términos como found footage, material de archivo, o metraje encontrado dejarán de tener sentido, y acabaremos por aceptar que en nuestro universo audiovisual las imágenes ajenas y propias, digitales o analógicas, legales o ilegales, presentes, pasadas o futuras, se mezclan en un torbellino desquiciado que termina igualándolas (como la muerte, como el humor, como los tropezones) por lo bajo: imágenes de nadie, imágenes para todos, imágenes desprendidas de su significado original, disponibles para ser manipuladas, subvertidas, violadas, raptadas. No hay ya imágenes únicas, porque tampoco hay experiencias únicas: fotocopiadas, reproducidas, pensadas de antemano para ser vividas, grabadas y olvidadas, sustituidas por otras nuevas, iguales, similares, también vividas, grabadas y de nuevo olvidadas.

Allá donde voy el sentimiento es único,
no conozco gente, hago amigos íntimos.
conozco un sitio que hacen pan en un horno de leña,
puedo pillar Internet en la selva de Kenya,
puedo estar en Paris en el Louvre viendo arte
y al día siguiente pillar un charter pa’ Armenia.
mucha gente dice que soy un chiflao’, oh
al último superviviente le entrenao’ yo,
¿países de riesgo? JA!
conozco terroristas que me invitan a cenar!
en la selva repelentes no los necesito
a mí no me pican, yo le pico a los mosquitos
“Dos españolazos”, Tote King. El lado oscuro de Ghandi.