Carlota Moseguí

Siete años ha tardado el chileno Niles Atallah en terminar su singular biopic sobre Orélie-Antoine de Tounens, el abogado y explorador francés que dedicó toda su vida a encontrar el reino de Araucania, situado entre la Patagonia y Chile. Según cuenta la leyenda, De Tounens no sólo se convirtió en el primer hombre que medió pacíficamente con el indomable pueblo mapuche; también fue elegido su rey siguiendo la voluntad de los indígenas. Narrada en cinco episodios que arrancan con el cautiverio del francés en manos del ejército chileno, Rey pone en escena una recreación antihistórica de dicha coronación indocumentada científicamente.

Poco se conoce sobre la vida de Orélie-Antoine de Tounens. Su biografía es un encadenamiento de incógnitas sin resolver. Sin embargo, el director de Lucía no le tiene miedo a dicha falta de información. Ese vacío referencial es precisamente el punto de partida que da rienda suelta a su alocado cuento de hadas. Atallah rellena los agujeros de la historia del explorador insertando sueños, delirios y obsesiones que pudo haber tenido el Rey de Araucania. Esas secuencias han sido concebidas con un único fin: que el espectador logre desprenderse de su punto de vista científico para afrontar la leyenda de De Tounens. Así, Atallah se dispone a devolver el relato al lugar que le corresponde. Es decir, al reino del mito, y no al de la Historia.

La magia de Rey se halla en esa perfecta combinación entre las escenas posiblemente reales –que ilustran un viaje a Araucania a través de los códigos del western– con momentos de surrealismo extremo –desde segmentos filmados en animación stop motion, secuencias donde los personajes se disfrazan con máscaras de animales de papel maché, o breves fragmentos de temática animal o paisajística que fueron filmados en 16mm, 35mm y Super-8–.

Finalmente, la película que cerró la competición Tiger del Festival de Rotterdam fue el segundo largometraje de la cineasta y actriz israelí Hagar Ben-Asher. En esta ocasión, la directora de la polémica Slut no impresionó a la audiencia neerlandesa como en el inolvidable estreno de su ópera prima en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes de 2011. La cuestión sobre qué lugar ocupa la mujer en la sociedad israelí contemporánea sigue siendo el motor de The Burglar. Sin embargo, la cineasta ha optado por deshacerse del ingenioso sentido de la provocación que definió su notable debut en esta ficción melodramática sobre una adolescente que deviene cleptómana tras ser abandonada por su madre.