La última cinta de Guillermo Del Toro, uno de los nombres propios más relevantes del fantástico de autor actual, se hizo con los Oscar a Mejor Película y Mejor Director, por destacar los más importantes, aunque también se llevó el de Mejor Banda Sonora, para Alexandre Desplat, y Mejor Diseño de Producción. Venecia 2017, donde fue estrenada, vaticinó los galardones al otorgarle el León de Oro ese año. Del Toro dirige una fábula particular, sorprendentemente carnal, realista. La protagoniza una magistral Sally Hawkins, en el papel de heroína muda de enorme corazón que tratará de salvar un ser acuático de un laboratorio de alta seguridad donde trabaja de limpiadora, junto a notables secundarios (Richard Jenkins y Octavia Spencer) y un temible (y algo caricaturesco) Michael Shannon en el papel antagonista. La sensibilidad fantástica de Guillermo Del Toro desborda en el diseño del ser acuático, que le acarreó problemas por su parecido con la caracterización del monstruo de la laguna negra (del film de 1954 de Jack Arnold), si bien remite mucho más pertinentemente a una versión primitiva de ese Abe Sapien de los Hellboy del propio Del Toro. La forma del agua, por su parte, y como toda buena fábula, contiene una enseñanza de fondo, que en este caso tiene que ver con la compasión, la comprensión y la tolerancia. Júlia Gaitano

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