Unas fotografías borrosas, mal impresas, con los colores disparados y de definición más que deficiente inauguran La impresión de una guerra, el cortometraje del colombiano (aunque afincado en Francia) Camilo Restrepo que se alzó, hace dos años, con el Pardino de Plata al mejor cortometraje en la 68 edición del Festival del Film Locarno. La impresión de una guerra, un ensayo punk, filmado en 16mm, que rebusca en las marcas que la violencia ha dejado en la piel de un país después de muchos años, propone un acercamiento a los límites del propio cine trabajando la sugerencia frente a lo evidente, lo fraccionario frente a lo integral, y evidenciando que lo visible es siempre una capa más de lo existente. O dicho de otra manera: las imágenes nunca nacen inocentes, y es tarea del realizador, y también del espectador, despojarlas de lo accesorio en busca de lo esencial. Así, La impresión de una guerra deviene un ensayo decididamente político o militante, un deslumbrante trabajo de reescritura de la memoria de un país a través de las marcas en la piel, las paredes, las imágenes de los informativos, o las fotografías borrosas, todas ellas imágenes que ofrecen una visión distorsionada, y quizás por eso más precisa y honesta de la compleja realidad de un país. Gonzalo de Pedro Amatria

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