El más masculino de los actores franceses, Vincent Lindon, compone un personaje a su medida: con más de 50 años, Thierry se queda sin trabajo y empieza entonces una peregrinación humillante por las oficinas de empleo, pasa por varias entrevistas de trabajo y hasta toma un curso de capacitación para aprender a venderse mejor. La ley del mercado, como anuncia el título, se circunscribe a seguir este vía crucis capitalista hasta que Thierry se incorpora como guardia de un supermercado. La dicha laboral es para muy pocos. El director Stéphane Brizé aprovecha enteramente la gestualidad de Lindon, capaz de expresar vergüenza, ira, ternura, indignación a través de su rostro con dos movimientos de cejas y variaciones de su mirada. Hay una escena, en la que Lindon practica un paso de baile en una clase para aficionados, escena particularmente extensa pero de una rítmica propia que funciona muy bien en la lógica interna de ese pasaje. Lindon es, sin duda, es un actor de una ductilidad asombrosa, siempre resulta verosímil.

En una de las escenas más humillantes del film, Lindon mantiene una conversación con un entrevistador del departamento de Recursos Humanos de una empresa por Skype, una modalidad esencialmente cobarde y cada vez más frecuente. La escena es de una violencia contenida ostensible y Brizé prefiere sostener un registro único (un plano medio distante) dejando en fuera de campo al entrevistador, al que solamente se lo escucha, permitiendo de ese modo que las reacciones de Thierry queden en evidencia. Es un gran momento, aunque el más violento llega con la vuelta de Thierry al mundo laboral. Los robos de las personas en el supermercado son menores –un cable, unos cupones de descuento– pero deben reprenderse con todo el rigor posible. En esta tesitura, el malestar de Thierry se va profundizando a medida que va entendiendo su función en ese sistema de punición discreto. Se dirá que La loi du marché es un film menor parecido a muchos otros. Es posible que así sea. Es evidente la influencia de los hermanos Dardenne o del primer y aceptable Laurent Cantet. Del mismo modo, cabe reconocer que la película de Brizé otorgó una cierta dignidad a la desigual competencia oficial del pasado Festival de Cannes.

Texto publicado originalmente en el blog Con los ojos abiertos.