Lento pero seguro, así es el arranque de la segunda película de Cristi Puiu, una de las figuras capitales de la Nueva ola rumana. La muerte del Sr. Lazarescu, premiada en la sección Un certain regard de Cannes, es una crónica hiperrealista sobre el infierno burocrático que recorren un anciano enfermo y la desvelada enfermera a la que le toca acompañarle en una aciaga noche de sábado. Porque, ya el título lo anticipa, desde el comienzo sabemos que algo va mal con la salud el señor Lazarescu. Pero la decide tomarse su tiempo antes de salir del domicilio del protagonista, hasta que una vez lo hace y se dispara dentro de un laberinto de hospitales, donde todos los médicos aparentan ser el mismo profesional autómata, cansado y prepotente que quizás esconda la cura milagrosa o quizás, simplemente, esté desbordado. La crítica al sistema médico rumano expone una enmienda a los desmanes del capitalismo, pero también atiza al sistema público; y, siendo más concretos, a la impersonalidad y aislamiento a la que nos aboca la vida en las grandes ciudades. La dilatación de los planos tomados en cámara al hombro compone unas secuencias tan terriblemente veraces que obliga a uno preguntarse si realmente está viendo una película o si nos ha dado un ataque de claustrofobia mientras delirábamos en la sala de espera de un servicio de urgencias. Esta suspensión extrema de la incredulidad se logra a partir unas actuaciones majestuosas, donde la dignidad raya con el patetismo, pero sin cruzar esta línea en ningún momento. Una obra desgarradora e imprescindible que nos instiga a repensar, individual y colectivamente, el significado de la vida humana. David San Juan Bayón

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