La noche no es una película cualquiera. La ópera prima del actor porteño Edgardo Castro (Historia del miedo o Castro) es un acto de rebeldía autoral, un manifiesto contra los convencionalismos que abundan en las secciones oficiales de los certámenes internacionales. Así, “la noche” del título no hace referencia al transcurso de una sola noche, sino al “mundo de la noche”. Durante más de dos horas de metraje, presenciamos las pautas de comportamiento excesivas de la peor fauna nocturna imaginable: una ruta malsana por los bajos fondos del Buenos Aires contemporáneo. Un descenso a un infierno real, también humano, que puede causar un cierto rechazo al espectador debido a las prácticas extremas –sobre todo, sexuales– que lleva a cabo su cicerone (el propio Castro). Por otro lado, es necesario señalar que Castro es el único actor que aparece en el film, pues el resto del elenco no-profesional está conformado por auténticas prostitutas, strippers transexuales, adictos a la cocaína, vagabundos y camellos.

Deudora del cinéma vérité, La noche es un tour de force dardenniano que entronca con el realismo sucio de Baise-moi de Virginie Despentes y Coralie Trinh Thi, o incluso de la más comedida Mis escenas de lucha de Jacques Doillon. Debido a su contenido sexual, La noche ha sido erróneamente vinculada con la obra de Gaspar Noé, de la que sería una antítesis, dado que Castro no busca la estilización del exceso, sino que se entrega al decadentismo en una suerte de documental sexual autobiográfico. La prueba de que La noche se sitúa a las antípodas del cine de Noé o de Shame de Steve McQueen se halla en sus encuadres. Para evitar romantizar la tragedia, Castro reniega de los encuadres “perfectos”: la cámara persigue y acosa a esas criaturas noctámbulas con un zoom claustrofóbico. Aunque a priori parezca imposible, toda la película ha sido rodada con primeros planos, a excepción de la cursi y algo moralista secuencia final. A muchos, La noche les parecerá un ejercicio de exhibicionismo vacío. Para otros, una muestra escabrosa (pero necesaria) de la jungla de soledad que habitan los outsiders.

Proyecciones de La noche en La Casa Encendida.