Carlota Moseguí
“¿Que sería de Francia sin el Louvre? ¿Y de Rusia sin el Hermitage?”, pregunta la persistente voz en off de Alexandr Sokurov mientras nos guía por su nueva y laberíntica película, Francofonia, presentada en la sección oficial del Festival de Venecia. Trece años después de rodar El arca rusa en el Hermitage de San Petersburgo, el cineasta ruso vuelve a mostrar las entrañas de un museo, concretamente el corazón del Louvre. En esta ocasión, el ganador del León de Oro por Fausto define este mausoleo del arte como un símbolo de la identidad francesa: su oda al país galo es ante todo una obra sobre la historia y el nacionalismo francés. Para ser más exactos, Francofonia deviene un ensayo sobre la relación entre el arte y el poder, filmado a través de la alternancia entre dos de las mejores facetas de su director: la revisión (crítica) de un episodio histórico y sus fábulas de ensoñación. Se trata de una deslumbrante obra híbrida, que constantemente varia su lenguaje cinematográfico, saltando del género del documental sobre arte a una composición próxima al poema visual.
Por otro lado, Sokurov no concentra su mirada en las colecciones exhibidas en el Louvre, como si ocurría en National Gallery. A diferencia del documental de Frederick Wiseman –autor que también presenta su nueva obra de no-ficción, In Jackson Heights, en Venecia–, Sokurov retrata este templo de la cultura sin distraerse demasiado en la filmación de pinturas o esculturas. Por otra parte, este film-ensayo da comienzo en el estudio del realizador; quien mantiene una conversación por Skype con un capitán de un buque que parece estar a punto de ser engullido por las olas. Seguidamente, aparecen una serie de fotografías de Tolstoi y Chejov; dos personajes que marcaron el inicio del siglo XX, y que el narrador utiliza para introducir una descripción sobre el París de principios de siglo. Poco a poco, la hipnótica y cautivadora fotografía de Bruno Delbonnel nos sitúa en la capital francesa cuarenta años después; es decir, durante la ocupación alemana.
La última proeza del director de Madre e hijo ficcionaliza un encuentro forzado entre dos personalidades enfrentadas por motivos políticos y aliadas por fines artísticos. Francofonia muestra el acuerdo entre Jacques Jaujard (quien fuere director del Louvre en 1940) y Franziskus Wolff-Meeternich (oficial responsable de la gestión cultural en el Tercer Reich). Tras un periodo caótico, en el que el museo había sufrido saqueos intencionados para salvaguardar sus tesoros, ambos hombres de ideologías opuestas unieron sus fuerzas para reestructurar el orden y encontrar los bienes perdidos. Sin embargo, cabe señalar que Sokurov no pretende redimir al miembro de la SS por su labor de mecenazgo. Más bien, el cineasta pone de manifiesto la mentalidad hipócrita de los nazis: quienes resguardaron el Louvre, mientras bombardeaban y destruían centenares de ciudades europeas.