Película central en los recientes trabajos sobre el Holocausto judío, la película de la pareja de cineastas franceses es además una puesta al día de las técnicas nazis aplicadas al capitalismo contemporáneo, o dicho de otra forma: la exploración de cómo el sistema de eliminación de los judíos, la Shoah, no fue sino una versión depurada, un ensayo masivo, de la eficacia capitalista. Basada originalmente en un libro (La cuestión humana, François Emmanuel. Ed. Losada, 2002), hay que buscar el origen de la película de Nicolas Klotz y su pareja y guionista, Élisabeth Perceval, en un documento mucho más antiguo, el mismo que dio pie a la novela de Emmanuel. Ese documento, breve y demoledor, es un informe técnico escrito en 1942 por un ingeniero berlinés para mejorar la eficacia de los camiones Saurer, con los que los nazis gaseaban a los judíos ucranianos de Bielorrusia. En esa carta se produce el macabro juego lingüístico que detona la novela, y que se esconde en el corazón de la película: la eliminación, mediante el lenguaje, de cualquier rastro humano en los objetivos “empresariales” de la Shoah, reduciendo la presencia de los judíos a términos meramente técnicos: mercancías, carga, piezas. El informe, de una precisión absoluta, es la muestra perfecta de cómo el primer paso para ganar una guerra consiste en eliminar al enemigo de manera metafórica, haciéndolo desaparecer de la realidad a través del lenguaje. Es el lenguaje quien mata primero. GdPA

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