Víctor Paz (Bolonia)
Mayo de 1960. Carlos Saura presentaba su ópera prima, Los golfos, en el Festival de Cannes. Era el retrato de una juventud condenada a vivir en los márgenes de la sociedad, cometiendo pequeñas fechorías para sobrevivir. Ocurría en la periferia sur de la capital, hoy saneada con proyectos como Madrid Río, que han borrado todo rastro de lo que otrora fueran amplias extensiones semiurbanas pobladas de barracas. Como es de suponer, el régimen franquista no vio con buenos ojos que este film fuese a tener tal proyección internacional. Pero lo que pasa en Cannes, se queda en Cannes. Dicho de otra manera, si bien Saura pudo presentar el montaje de su elección en el festival francés, pues esto mostraba cierto aperturismo deseado por el gobierno, el público español nunca fue capaz de ver la versión del cineasta. La presentada a la censura, está documentado, duraba 84 minutos, mientras que las que se habían exhibido a lo largo de las últimas décadas, con duraciones variables, nunca llegaron a pasar de los 79. Recuperar esos 5 minutos perdidos ha sido la obsesión de Filmoteca Española durante mucho tiempo. Tras años de investigaciones y varios meses de trabajo de restauración digital, por fin se acaba de presentar la copia original de la película en el festival Il Cinema Ritrovato de Bolonia, la cita referencial en Europa para los amantes del cine restaurado.
El proceso ha requerido partir de un análisis comparativo de diversas copias para poder recomponer, literalmente reeditar, todo el film. Además de las depositadas en la propia institución, la productora Films 59 guardaba otras, y se pudo también localizar la del archivo personal de Saura, a la que hasta ahora no se había podido acceder. Los guiones originales y los documentos presentados a censura, así como los informes emitidos por el ministerio, han sido claves también para localizar las partes perdidas. Además de buscar un etalonaje homogéneo que al mismo tiempo respetase la información que contenía cada fuente –por momentos hay en la restauración digital pequeñas variaciones de tonalidad cromática, debidas a este respeto a los distintos originales fotoquímicos–, se añadía la dificultad de sincronizar todo el sonido, más cuando a veces las partes cercenadas estaban compuestas de apenas unos fotogramas.
Este arduo trabajo nos permite hoy ver secuencias muy reveladoras para el desarrollo de la película. Las dos que más han sufrido la tijera son la famosa escena de picnic en el río y una de cama entre los personajes de María Mayer y Óscar Cruz –esta retirada por completo por la censura–. La primera de ellas gana en sensualidad y tensión dramática. En un momento de ocio, los personajes discuten sobre cómo y cuándo ejecutar un robo que los sacará de su situación de miseria y que les permitirá que Juan, aspirante a matador, tenga una oportunidad de presentarse en sociedad en una plaza, pagando el alto precio de la inscripción. En realidad toda la trama gira en torno a ese evento, conseguir la suficiente guita para que Juan pueda torear, convertirse en leyenda y mantener a toda la pandilla con sus ingresos.
La testosterona de los chicos se extiende al ámbito sexual. Aunque Ramón –primer gran papel de Luis Marín en su carrera– pretende a la Visi, lo cierto es que esta tiene más papeletas de irse con Juan. El duelo queda claro en la secuencia no censurada del Manzanares. Cada vez que Juan tiene algo de dinero en el bolsillo, se lo gasta en la chica, en lo que supone una relación un tanto ambivalente, en algún lugar intermedio entre cliente y novio. Nunca se explicita si la Visi está con Juan porque se siente genuinamente atraída por él o porque necesita la pasta. Lo que queda claro en la escena censurada es que ejerce de prostituta, lo que quizá podría haber pasado por alto a los menos espabilados si esta secuencia se elimina. Lo importante en realidad no es el acto sexual en sí, que en el fondo ni está representado más allá de dos cuerpos desnudos bajo una sábana. A lo que seguramente el régimen franquista tenía pavor era a dos jóvenes expresando abiertamente sus frustraciones, en una sociedad que ponía cotas a sus sueños y que los empujaba a la delincuencia o la prostitución. Esta secuencia, hacia el final del film, subraya la condición de marginalidad de Juan, así como su ansiedad ante la fundamental prueba que está a punto de afrontar. Estos diálogos anticipan y amplifican de forma más dolorosa si cabe el fracaso final del chico en el ruedo. Juan es literalmente abucheado por el graderío al no poder dar muerte a la vaquilla. Los abruptos cortes de los espectadores y los bruscos movimientos de cámara dan buena cuenta de ese estado de confusión en el que se siente. De manera muy intencionada, Saura decide acabar la película con los últimos estertores de vida del animal, regocijándose en su sufrimiento. Pero es toda la pandilla la que está siendo toreada por el régimen. El mensaje es claro.
Más allá de su decidido y muy bienvenido alegato contra la marginalidad a la que empujaba el franquismo a muchos jóvenes de clase obrera en España, Los golfos se ve hoy como un imperecedero documento de esa periferia de Madrid. El mercado de Legazpi, Matadero, esa zona del Manzanares… Todo ello ha cambiado para siempre, pero el poder del cine permite capturar ese momento que se ha ido. La cinta es testigo de la transformación urbana y social que ha experimentado la ciudad en las últimas décadas. El modelo de Saura es muy documental. Al estilo de los cineastas de la Nouvelle Vague, sale a la calle y rueda siempre en exteriores, en ambientes reales. Los chavales protagonistas, con la excepción del citado Marín, salen todos de esos arrabales y no tenían experiencia profesional previa. De alguna manera, Los golfos es una especie de precursora del cine quinqui de los setenta-ochenta. La génesis del proyecto habla mucho de sus intenciones. Tras los primeros cortos en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, Saura se lanzó a adaptar con Mario Camus la novela Abel Sánchez, de Miguel de Unamuno. Como la censura no la acepta, prueban con El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio. Tampoco. Con el escritor Daniel Sueiro, buscan trasladar su libro Estos son tus hermanos a la pantalla, proyecto rechazado cuatro veces. Los golfos, escrita por Saura, Camus y Sueiro, pasa por fin los filtros. Esto muestra las dificultades del equipo para trasladar la realidad de lo que ocurría en la España de la época, frente al cine de olor de rosas oficialista. Al final se salieron con la suya, Los golfos, aunque dramatizada, es un documento puro y sin filtros de esa España marginada a la que algunos deseaban no mirar.