“Y yo… ¿Quién soy en esta historia? (…) En fin, soy uno cualquiera de ustedes. Yo soy la encarnación de vuestro deseo (…) de saberlo todo. Y para que el amor empiece su ronda, ¿qué nos falta? Un vals. He aquí el vals. ¡Gira el vals! ¡Gira el carrusel! Y la ronda del amor, también gira.” Con estas líneas da comienzo La ronda, film del alemán Max Öphuls. Las pronuncia el narrador (Anton Walbrook), que se pasea de carne y huesos entre los personajes que conforman esta historia de enredos amorosos, adaptación de la polémica obra de teatro de Schnitzler. Öphuls mantiene el tono crítico y humorístico del argumento original añadiendo un elemento metanarrativo: esa figura del autor que, al verbalizar los engranajes humanos, pone en marcha el carrusel narrativo. Desde la historia de amor inicial, entre una prostituta y un soldado, se van encadenando distintas escenas amorosas protagonizadas por figuras definidas y arquetípicas como “el señorito”, “la camarera”, “el marido” o “la actriz”. Según la historia de Schnitzler, Öphuls muestra sin mucho reparo la doble moral de la sociedad, enfrascada en unas vidas regidas por el deseo y la infidelidad. La elegante cámara del cineasta alemán sigue, junto al narrador, el transcurso de ese carrusel del amor que, en medio de la plaza, no cesa de girar. Júlia Gaitano

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