La propuesta de la directora de Lost in Translation apunta a un formalismo que juguetea con el manierismo en su incontestable elegancia pictórica, a medio camino entre la densidad brumosa de Barry Lyndon y Vermeer; sin embargo, la estilización de The Beguiled, carente de florituras, no deja de formar parte de la eterna implicación de Coppola con sus personajes, sobre todo cuando se trata de figuras femeninas. El abanico emocional es igual de amplio que el reparto coral: vivimos el miedo ante la aparición del desconocido (miembro del ejército enemigo), la ilusión de encontrar una puerta abierta al mundo (el internado es un fortín pacífico, pero también una prisión), el despertar de la sensualidad, el afán de venceComo la araña que observa el personaje de Colin Farrell en un momento del film, que teje su tela morosamente, Coppola se entrega con paciencia y humildad a la confección de esta historia de violencia soterrada que, solo al final, revela sus temas de fondo: la difuminación de la moral en un contexto bélico y os sacrificios que deben afrontar las mujeres en un mundo dominado por hombres. Manu Yáñez

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