Sin ser ninguna maravilla, Divergente, dirigida por Neil Burger, resultó un más que aceptable arranque para esta nueva saga juvenil/literaria (y van…), ya que sostenía con bastante fluidez y tensión sus 139 minutos. Exactamente un año después (parece que los productores tenían prisas por seguir recaudando) llega esta segunda entrega, Insurgente, que se sitúa por debajo de su predecesora.

Tenemos nuevo director (el alemán Robert Schwentke), nuevos guionistas y buenas incorporaciones en el reparto (como Naomi Watts), pero Insurgente no funciona del todo bien por ningún lado ¡Y eso que dura 20 minutos menos que el film original! La narración es más torpe (los planos generales aéreos y los encuadres cenitales tratan de dotar de algo de espectacularidad), los sueños “explican” los traumas (la culpa) de la protagonista, las secuencias de acción son pocas y pobres, el 3D molesta más de lo que aporta, y la lucha de clases y la represión desde el poder son descritas de la manera más obvia posible.

Es cierto que la saga Divergente no es mucho peor que Los juegos del hambre o que Maze Runner (que sin dudas están un par de escalones por encima) y también es cierto que Shailene Woodley es una más que digna protagonista incluso en una segunda parte tan deslucida como esta, pero en Insurgente se notan demasiado las prisas, la fórmula, el “que salga a tiempo como sea”. Una pena, sobre todo por los fans de la saga literaria de Veronica Roth que irán en masa a las salas y, más allá del fanatismo, seguramente saldrán bastante decepcionados. Ojalá la tercera entrega levante algo de vuelo. Esta estuvo a punto de estrellarse.