Resulta incuestionable que Peter Weir es un cineasta con una sensibilidad fantástica más que notable. Esta afirmación, respaldada por excelentes films como Picnic at Hanging Rock y la presente La última ola, fue claramente considerada por el Festival de Sitges, del cual el director australiano recibía el Gran Premio Honorífico en la pasada edición del certamen. Estructurada alrededor de una tensión siempre creciente, que solamente encuentra un resquicio de resolución en el último minuto de la cinta, La última ola cuenta una telúrica historia de ancestros, presagios y fatalidades. Weir reflexiona así sobre la convivencia entre la cultura “civilizada” y la aborigen en Sídney, Australia. El cineasta centra en esta última gran parte del peso dramático del film, junto con una sutil puesta en escena que juega con los elementos meteorológicos, los poderosos rostros de los aborígenes y un primitivo mundo de los sueños. Acompañado por el sonido tradicional de los didyeridú, un desconcertado Richard Chamberlain (que se hizo con el premio a Mejor Actor en el Festival de Sitges de 1982) deberá descubrir el significado de esa enorme ola que se cierne sobre aquello que cree conocer y amenaza con desmoronar todas sus creencias. Júlia Gaitano

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