(Imagen de cabecera: Mountain Plain Mountain de Daniel Jacoby y Yu Araki)
L’Alternativa, el Festival de Cine Independiente de Barcelona, celebra este año su edición número 25 y una melódica voz masculina se encarga de recordarlo a los espectadores antes de cada proyección, entonando un sugerente Happy Birthday que acompaña el tráiler del certamen. Cabe añadir que, para esta cronista, se trata también de una ocasión especial, dado que supone su primera cobertura de un festival para Otros Cines Europa. Para celebrarlo, he inaugurado mi Alternativa viendo las tres sesiones de cortometrajes de la Sección Oficial.
El cortometraje es una forma de narración singular, mucho más compleja de lo que puede parecer en un principio. En un tiempo marcadamente reducido, debe plantarse una semilla, presentar un concepto, desplegarlo y recoger, a su vez, lo sembrado, ya sea en forma de comprensión, empatía… o de la más profunda desavenencia, desde distancias insalvables. La cuestión es generar una reacción, en definitiva, provocar aquello que un largometraje tiene tiempo de sobra para desarrollar pero que, en el caso del corto, precisa de una inspiración particular.
Siendo esta mi primera experiencia totalmente inmersiva en L’Alternativa, decido experimentar todos y cada uno de los 19 cortometrajes, o pequeños milagros de la narrativa y lo visual, que se presentan en la Sección Oficial del festival. En cada sesión, cada corto se ve inesperadamente enlazado con el siguiente. Ver, por ejemplo, Le chase che eravamo de Arianna Lodeserto –una colección de imágenes de archivo sobre la precaria realidad inmobiliaria de los suburbios de Roma– tras la surrealista animación a trazo de carboncillo en Prends Garde À L’intuition de Robin Courtil genera, sin pretenderlo, algo nuevo que transciende la obra individual. Al salir de cada sesión, una tiene la sensación de haber visto algo parecido al largometraje más inconexo e inusual de la historia, donde han tenido lugar distintos capítulos que generan una visión à la collage del mundo alrededor de sus autores, del mundo a nuestro alrededor.
Todos los cortometrajes condensan y comentan, cada uno a su propio entender, un fragmento particular de realidad. Todos comparten, generosamente, un pedazo de percepción. Un punto de vista que, a pesar de que en ocasiones se manifiesta desde lo obvio –la temática, la capa más superficial de significación–, puede horadar hasta otras capas menos evidentes. Algunos autores optan por explorar texturas visuales universales (como en la historia de amor queer La Mesa, de Adrian Garcia Gomez, una suerte de Brokeback Mountain mexicano), o texturas sonoras convertidas en unidad básica de expresión (los suaves y sonoros “conejitos” de Jelena Oroz, en Dva Na Dva), o la más pura curiosidad, ese motor indispensable para la creación (el corto pero intenso road trip de This My Favorite Mural de Michael Arcos).
De todas las obras proyectadas, si bien es cierto que todas contienen miradas atrevidas, diferentes, cabe destacar algunas sobre otras. En Mountain Plain Mountain de Daniel Jacoby y Yu Araki, ganadora del Tiger Award a Mejor Cortometraje en el Festival de Rotterdam, se presenta un microcosmos muy particular: el de las ban’ei, una especialidad de carreras de caballos que solo se da en el estadio de Obihiro, en Japón. Jacoby y Araki se proponen establecer una constelación de peculiaridades que caracteriza estos eventos, con un punto de reto, sin mostrar caballos. El resultado es una excelente visión caleidoscópica que engloba desde los jockeys, que performan una especie de arte marcial coreográfico al reproducir los movimientos sin sus monturas, los enormes paneles de números en los stands de apuestas, los haikus sin estructura que se generan al verbalizar los variopintos nombres de los animales en competición, pasando por una hilarante secuencia de histeria fonética del locutor de las carreras.
Más animales; en este caso, los palomos que encontramos en el cortometraje de Elena López Riera, Los que desean, triunfador en el pasado Festival de Locarno. El nuevo trabajo de la directora de Las vísceras centra su punto de vista en los rituales de la colombicultura, el adiestramiento y competición de palomas, tema que está profundamente enraizado en el lugar de origen de la cineasta alicantina, como comentó ampliamente en la entrevista que le realizábamos en este mismo medio el pasado Agosto. El cortometraje mira a aquellos que miran, expectantes y deseantes, el espectáculo que ofrecen los coloridos palomos, a modo de cuadro puntillista, sobre el azul del cielo o el pardo de la tierra.
Alexei Dmitriev recupera la vieja cámara de S-VHS de su padre, con material familiar de hace veinte años, donde el artista encuentra, según su reflexión, la razón por la cual devino un cineasta experimental. El secreto está In Between Takes (que se traduciría Entre tomas), cuando su padre creía que no estaba grabando. La imagen se deconstruye hasta convertirse en tiempo muerto, pura textura y masa de color, movimiento impreciso y diálogo incoherente, al más puro estilo experimental, efectivamente, si bien no buscado. Por su parte, al londinense Alex Widdowson, su familia le sirve, en Music & Clowns, para abordar en diferentes estilos de animación la figura de su hermano, que tiene síndrome de Down. La narración y el estilo, lo diegético y lo que constituye una construcción puramente artística confluyen en este retrato que surge de la necesidad de externalizar un cierto tabú familiar.
En los cortometrajes de la Sección Oficial de L’Alternativa hay lugar para lo político, como es el caso de Las nubes de Juan Pablo González, enteramente narrado en contraplano, a través de un rostro reflejado en un retrovisor que contiene más terror y desasosiego del que pueden expresar las palabras. Esos ojos pertenecen a un ranchero mexicano que cuenta, desde su caso particular, el estado de inseguridad e intranquilidad que se vive en el país, víctima constante de la violencia de los carteles. La mirada del protagonista, entre desafiante y temerosa, busca alguna zona de tranquilidad y comprensión, que encuentra en el coche del director. Protección que no promete el barrio de Sharaa Al-Mawt en Beirut, retratado por el debutante Karam Ghossein, donde armas y celebraciones encuentran un sitio común e indiscernible, para el revuelo de su gente.
Algunas menciones especiales irían para Mini Miss de Rachel Daisy Ellis, terrorífico retrato del mundo de las beauty pageants infantiles que encuentra un sorprendente reflejo en su versión canina con la obra de Juan Renau El cielo de los animales, mientras que Las fuerzas de Paola Buontempo enfoca el mundo de las carreras de caballos desde el punto de vista de unos jóvenes jinetes profesionales argentinos. Finalmente, un apunte necesario para la muy extravagante A Brief Spark Bookended By Darkness, donde Brent Green narra una visceral historia de amor a través de un tosco e incómodo estilo de ilustración que toma inspiración en el mismo mundo de la pesadilla.