Si Kaili Blues había llamado la atención por un plano secuencia de 40 minutos que seguía a los personajes por un intrincado derrotero, en Long Day’s Journey Into Night el cineasta chino Bi Gan redobla la apuesta con una búsqueda aún más compleja: el plano sin cortes dura más de 55 minutos (la hora final del film) e incluye audacias tales como un largo vuelo de los dos protagonistas (un hombre y una mujer) sobre una ciudad. Además, es en 3D (en la mitad de la película aparece el título y entonces hay que ponerse las gafas) por lo que además es una experiencia realmente inmersiva. Alguno podrá sospechar que se trata apenas de un desafío formal, , pero lo que esa última parte transmite en términos dramáticos y líricos no es solo un deleite visual: es cine en estado puro. Con una apuesta melancólica, el film arranca con un preciosismo que remite al cine de Wong Kar-wai con un hombre buscando a su amor perdido, pero luego se va volviendo cada vez más surreal y existencial. Si el trayecto laberíntico del protagonista, las relaciones con las mujeres y las insospechadas derivaciones resultan por momentos complejas de entender en todas sus sutilezas y alcances, la construcción del film es de por sí subyugante. Algo queda claro: con apenas dos largometrajes, Bi Gan está llamado a ser uno de los grandes maestros del cine de los próximos años.

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