El discurso de Las Calles, la ópera prima de la argentina María Aparicio, empieza ya a fraguarse desde esas primeras imágenes del mar alrededor del cual girará toda la cinta. Estamos en Puerto Pirámides, un pequeño pueblo costero donde las calles no tienen nombres. Una profesora de instituto lanza la propuesta de bautizarlas y, para ello, crea un sistema según el cual sus alumnos se encargarán de organizar el acto de votación donde éstas quedarán designadas y, a su vez, también serán los encargados de entrevistar a los habitantes de la aldea para averiguar candidatos a posibles nombres. Basada en un suceso real, aunque hábilmente ficcionada, la propuesta de Aparicio es tan apasionante como la propia experiencia de sus protagonistas reales. Las calles reúne a tres generaciones de personas en un mismo escenario, pero también a todas aquellas ausentes. Cuando los testimonios de los habitantes más ancianos comienzan a rememorar anécdotas o los nombres de las personas más importantes para ellos en la ciudad, toda la película queda imbuida de un espíritu de realidad difícil de conseguir tan sólo a través de la ficción. Endika Rey

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