La reencarnación de Godard durante la segunda mitad de la década de los sesenta es especialmente prolífica. Antes de que llegara el Godard político y muy lejos del Godard creativo, arrebatado, desbordante, inquieto, experimentador y cinéfilo. Sobre todo, cinéfilo. Fruto de esta pasión surgen El desprecio (1963), Banda aparte (1964), Pierrot, el loco (1965) y, por supuesto, Alphaville. Películas repletas de citas, de guiños, que evidencian la pasión de Godard por el cinematógrafo, sin el cinismo y la distancia que le caracterizaría posteriormente. En el caso de Alphaville, el film se adscribe al género de la ciencia -ficción distópica, aunque en el caso de este cineasta hablar de géneros resulta una tarea insondable, porque la historia de Lemmy Caution (Eddie Constantine), un detective privado que llega hasta la ciudad de Alphaville en busca de alguien que ha desaparecido, puede ser considerada sólo una disculpa para hablar de los abusos del poder absoluto, alienación y la deshumanización del hombre frente a la tecnología. La banda sonora de Paul Misraki y la magnética fotografía en blanco y negro de Raoul Coutard acompañan a la perfección el futuro imaginado por Godard, que no se diferencia mucho de la realidad que nos rodea ahora mismo. Fernando Bernal

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