La combinación De Sosa-Ibarra es quizás uno de los duetos más geniales que ha alumbrado el cine reciente en España, dos almas gemelas que parecían destinadas a encontrarse, y que juntos han conseguido un exacto punto intermedio entre sus filias y fobias. Lo que enunciaban las primeras películas de Ibarra –una sci-fi teñida de absurdo popular, de retrato de barrio– ha devenido, gracias en parte a la intervención de de Sosa y su cámara de 16mm, en pequeños haikus (un sonido aquí, un diálogo allí) que apuntalan una historia que el espectador habrá de concluir. En Leyenda dorada, el sopor de las sobremesas de verano en esa piscina de tierra adentro se mezcla con una megafonía que se debate entre lo promocional y los sonidos de ultratumba, y un grupo de jóvenes que deciden invocar, ouija en mano, a Antonio Anglés. Apuntes humorísticos con los que De Sosa e Ibarra no solo acreditan la belleza del tedio veraniego y de las hormonas desatadas de los adolescentes (todos actores no profesionales), sino que convierten un escenario aparentemente banal en un candente híbrido de satanismo a plena luz del día, cultura popular y crónica negra. Quizás estos dos cineastas hayan superado el haiku y encontrado una fórmula patria más apropiada para nuestro contexto: el cine como plato combinado. Gonzalo de Pedro Amatria

Programación completa de Tabakalera (San Sebastián)