Lirios rotos (película que también suele ser conocida como La culpa ajena) se aleja de algunas de las características más reconocibles de David W. Griffith —aquí no encontramos la épica de películas como El nacimiento de una nación o Intolerancia— para pasar a ese otro cineasta más íntimo, uno que dota de más importancia al juego plano/contraplano así como a los espacios interiores. La historia es sencilla: Lucy es la hija de un brutal boxeador londinense y Cheng Huan un budista que llega de China a la ciudad. Cuando sus caminos se cruzan comienza una historia de amor imposible (tal vez la primera historia de amor interracial de la historia del cine) en un melodrama donde Lillian Gish demuestra por qué suele ser considerada como una de las mejores actrices del cine mudo. Tal y como Roger Ebert recordaba a modo de anécdota, “en 1987, cuando rodaba Las ballenas de agosto, su compañera de reparto era otra leyenda: Bette Davis. El director de la película, Lindsay Anderson, me explicó esta historia. Un día, al terminar un plano, dijo: ¡Señora Gish, me acaba de dar usted el más maravilloso de los primeros planos”. A lo que Bette Davis dijo secamente: ¡Seguro que sí!. Ella los inventó”. Endika Rey

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