Mejor película: All the cities of the north (Dane Komljen) + Como me da la gana 2 (Ignacio Aguero). Dos ejercicios de libertad, dos películas políticas, dos caminos para el cine del futuro filmados desde el fin del mundo, en Montenegro, en Chile, en el pasado o en el presente. Dos ejemplos de un cine que interroga el hoy para mirar hacia mañana.
Mejor musical: Cilaos (Camilo Restrepo). La reinvención de un género, transformado en una canción punk de trasfondo político. Un disparo en medio de un concierto, un coro de fantasmas post-coloniales, un riff de guitarra y percusión.
Mejor canción: El lagarto está triste en La idea de un lago (Milagros Mumenthaler). Porque es uno de los momentos mágicos de un film mágico, porque la voz de Fran Gayo nunca había sonado tan emotiva, porque los versos de Lorca adquieren un eco distinto e inolvidable.
Mejor película socialista: Manodopera (Loukianos Moshonas). En la estela de los Straub, Manodopera (Mano de obra, en italiano) retrata la Europa en descomposición desde la azotea nocturna de un edificio en Atenas y desde la demolición de una casa familiar por el director y su vecino inmigrante.
Mejor animal: las ratas de Rat Film (Theo Anthony). Porque son las protagonistas indiscutibles de una película que es más que una película-rata: todo un estudio sobre el racismo institucional, organizado y silente.
Mejor película (falsamente) científica: Autumn (Nathaniel Dorsky). Porque nada está más cerca de la poesía que la ciencia.
Mejor película (aparentemente) deportiva: Downhill (Miguel Faro, 2016). Porque el uso subversivo y no reglado del espacio público por un grupo de skaters es el mejor de los manifiestos.
Mejor película (aparentemente) linguística: El futuro perfecto (Nele Wholatz, 2016). Porque la lengua es también un vehículo para crear, mentir, inventar y soñar.
Mejor proyección: Walden (Jonas Mekas,1965-1969) en Locarno. 16mm, una mañana lluviosa, y un Jonas Mekas entregado a su audiencia, dispuesto a hacer salir el sol.
Mejor plano secuencia: Havarie (Philip Scheffner). Tres minutos extraídos de Youtube, y convertidos en hora y media de espejo incomodo; nuestra indiferencia ante la muerte en el Mediterráneo, nuestra complicidad, nuestra responsabilidad.
Y un repaso al arcoiris:
Mejor rojo: 025 Sunset Red (Laida Lertxundi, 2016) + Montañas ardientes que vomitan fuego (Helena Girón, Samuel M. Delgado, 2016) + Answer print (Mónica Savirón, 2016). Muchas intensidades de rojo: el de la sangre, el de la ideología, el de la herencia paterna, el del fuego que nace de las entrañas de la tierra, el del cine en desaparición. Tres ejemplos de cómo el cine experimental se renueva en dialogo con la autobiografía, la leyenda, la política, el mito o su propia autodestrucción en espiral.
Mejor negro: I had nowhere to go (Douglas Gordon, 2016). Porque no se necesitan imágenes para construir una película, porque apenas hace falta filmar, porque la memoria está llena de espacios en negro, porque las palabras también mienten, como lo hacen las imágenes.
Mejor azul: El viento sabe que vuelvo a casa (José Luis Torres Leiva, 2016). El azul del mar, el azul del cielo, en una película que es mucho más de lo que aparenta: un viaje, una lección de cine y humanidad, un retrato inagotable.
Mejor gris: Indefinite Pitch (James N. Kienitz Wilkins, 2016). Un powerpoint, el ensayo de un pitch para vender una pelicula, y una película que reflexiona sobre el cine como arte, como industria, como pieza del entramado capitalista.