Mejor película: Call Me by Your Name (Luca Guadagnino) nos acerca a una serie de lugares fantasma (la casa de vacaciones, las sobremesas, los padres y el amor que nunca tuvimos) a través de una puesta en escena precisa que tiene tan en cuenta el dónde en el encuadre como el cuánto en la distancia. Ésta es la historia de un plano general que acaba convirtiéndose en un primer plano pero también la de un viaje paralelo por parte del espectador. Como en todas las grandes películas, aquí forma y fondo, la mirada y el ser mirado, caminan de la mano.

Mejor cortometraje: World of Tomorrow Episode 2: The Burden of other people´s thoughts (Don Hertzfeldt). Todos somos turistas de la memoria.

Mejor documental: Ha sido un gran año para el documental español. De entre todos, me quedo con cuatro ejemplos casi contrarios en concepto pero igualmente  arrebatadores: Niñato (Adrián Orr), La vida y nada más (Antonio Méndez Esparza), Trinta Lumes (Diana Toucedo) y Muchos hijos, un mono y un castillo (Gustavo Salmerón).

Mejor posible programa doble del año: The Lost City of Z/ama, dos acercamientos totalmente distintos a temas colindantes. También dos de las mejores películas del año.

Mejor dirección: Nunca Paul Thomas Anderson estuvo tan cerca de Hitchock como en El hilo invisible. Sí, hay algo de Rebeca en la trama, pero no se trata tanto de eso sino de cómo hace suya la máxima de “filma tus asesinatos como si fueran escenas de amor y tus escenas de amor como si fueran asesinatos”. Tan romántica como perversa, El hilo invisible no da puntada sin hilo.

Mejor guión: Hay una secuencia en The Salesman donde se vacía un armario y en medio minuto Asghar Farhadi ha contado toda la vida de un personaje secundario a través de la ropa. Nader y Simin era a priori una obra más compleja pero es que allí el director buscaba la gran novela mientras que ésta es un pequeño cuento que cuenta con el número exacto de verbos, nombres y adjetivos. El rigor del guión es en gran parte el responsable.

Mejor título: La telenovela errante (Raúl Ruiz y Valeria Sarmiento): sonoro, compacto, absurdo y misterioso. Igualito que la película.

Mejores títulos de crédito: La fábrica de nada (Pedro Pinho) donde los créditos indican que estamos ante “Una película de João Matos, Leonor Noivo, Luisa Homem, Pedro Pinho y Tiago Hespanha”. Ya desde ese comienzo se marca de manera contundente que toda la trama de colectividad tiene su propio reflejo en los mecanismos de producción de la cinta.

Mejor actriz: Meryl Streep en Los papeles del Pentágono consigue algo dificilísimo: que veamos en todo instante las costuras de su interpretación (sabemos por qué hace cada gesto, qué es lo que quiere dar a entender) y que, aun así, su personaje fluya de manera creíble y cotidiana. Me da la sensación de que es un trabajo que sintetiza varios (todos es imposible) de los hallazgos de su carrera.

Mejor actor: Daniel Jimenez Cacho en Zama nos permite viajar a una mente febril y, en ese sentido, nos regala un lienzo en blanco con la generosidad suficiente que da el saber que el espectador irá manchándolo una y otra vez. La representación como presentación de temas y no tanto como límite. 

Mejor secundaria: Ya en Tangerine Sean Baker demostró tener una intuición descomunal a la hora de potenciar lo real a través de sus actores, y lo que ocurre con Bria Vinaite en The Florida Project (Sean Baker) no es para menos. Descubierta en Instagram, se trata de una de las presencias más devastadoras y conmovedoras del cine de 2017.

Mejor secundario: Entiendo que al ver Good Time uno quede obnubilado por el trabajo de dirección de los hermanos Benny & Josh Safdie detrás de las cámaras, pero el papel que Benny realiza delante de las mismas es fundamental para que tanto la película como Robert Pattinson triunfen de una manera tan enorme.

Mejor reparto: El puzzle perfecto en timing y en tono formado por Macarena García, Anna Castillo, Belén Cuesta y Gracia Olayo en La llamada (Javier Ambrossi & Javier Calvo).

Mejor estrella: Armie Hammer, la movie-star de Call Me by Your Name. La guapofobia hará que no reciba el mismo reconocimiento que los excelentes Timothée Chalamet o Michael Stuhlbarg están viviendo, pero hay ocasiones en que su estrella brilla incluso más fuerte que la de estos.  

Mejor Twist: En Múltiple, Shyamalan cruza su última frontera y diseña un giro final que ya no proviene de reinterpretar la película, sino de fuera de ésta. El detalle sería casi anecdótico si no fuese porque esconde toda una relectura de los universos expandidos y de los súper héroes, dos de las corrientes definitorias del Hollywood actual. Como en aquella secuencia de El Protegido, Shyamalan continúa rodando los comics desde puntos de vista insólitos para la cámara.

Mejor línea de diálogo: Ex aequeo entre dos cintas vascas: El diálogo de Handia (Jon Garaño & Aitor Arregi) donde la monarca pregunta si el coloso es retrasado y su hermano contesta que “No. Es vasco” & el “En ETA se comía de la hostia” de Fe de etarras (Borja Cobeaga), tal vez la línea que más he repetido como muletilla en lo que va de año.

Mejor montaje: Toda Wonderstruck (Todd Haynes) es un prodigio de ensambladura a dos tiempos, pero me quedo con ese pequeño corte que nos lleva de las “stars” del universo a las “stars” del cinematógrafo, uno de los instantes más mágicos del año.

Mejor plano: Las lágrimas de Estiu 1993 (Carla Simón), seguramente una de las películas españolas más importantes de los últimos años.

Mejor plano secuencia: Aquel en que la niña desaparece en Pororoca (Constantin Popescu) y que tiene su correspondiente contrapartida en otro plano secuencia final. La mutación de su protagonista, a través de dos planos similares en concepto pero contrarios respecto a la puesta en escena, no puede resultar más contundente.

Mejor secuencia: La tortilla de El hilo invisible (Paul Thomas Anderson).

Mejor plano/contraplano: The Disaster Artist (James Franco) es un ensayo que difumina los límites y explora las áreas que rodean a The Room (Tommy Wiseau) a través de características inherentes al cine de Franco: el bromance, el actor imposible, el gag, el caos y el desastre.

Mejor fuera de campo: La violencia de las favelas nunca llega a verse en Baronesa (Juliana Antunes). Basta con el retrato de su protagonista para acercarnos a una crudeza que, por otro lado, nunca hace que ella pierda el brillo.

Mejor elipsis: Las películas de fantasmas parten históricamente sobre todo del montaje: la aparición (y desaparición) por corte, los encadenados e incluso los match cut como espectros. En A Ghost Story, David Lowery tiene la gran idea de fijarse en un recurso poco explotado: la elipsis y supresión del tiempo para un ente que ha dejado de vivir en el mismo.

Mejor salto de eje: La urgencia con la que Spielberg ha rodado The Post hace que algunas de sus secuencias parezcan un borrador. Por ejemplo, hay decisiones de montaje cuestionables que a priori van en contra de las normas de narrativa cinematográfica básicas. Por eso cuando ves que el director se salta directamente el eje en una secuencia, impresiona, pero también emociona: The Post es una peli “urgente”, tanto para lo bueno (el discurso, la energía) como para lo malo. En cualquier caso (¡y por ambos lados!) es un ejercicio apasionante.

Mejor pantalla partida: Spell Reel (Filipa César) es un documental-cápsula del tiempo: didáctico pero combativo, ilustrativo pero activo. Tiene el mejor uso de material de archivo que he visto en años.

Mejores fundidos: Los fundidos a negro (y a blanco) de Personal Shopper (Oliver Assayas), una película que también tiene al mejor hombre invisible del año.

Mejor cambio de formato: El de The Florida Project, que finalmente  se convierte, por un breve instante, en un reflejo de esa Tangerine rodada con el móvil. La calidad de la imagen se desvanece pero el movimiento se perpetúa. 

Mejor iluminación: Wonder Wheel no es ni el mejor Woody Allen ni el mejor Storaro pero tiene un par de instantes en que la cámara hace magia y el rostro de Kate Winslet pasa en un mismo plano de la iluminación teatral a la oscuridad de su vida cotidiana. Nos alzamos y hundimos con ella a través de la luz y ese recurso resulta precioso.

Mejor vestuario: La niña de Braguino, vestida con un vestido rosa y unas zapatillas hechas con los pies de un oso, mirando a los niños vecinos, a medio camino entre el embeleso y el miedo.

Mejor giro autoral: Descubrir que en Before We Vanish Kiyoshi Kurosawa parte del terror para finalmente acercarse a Spielberg. El sentimentalismo de las últimas películas del director japonés me tiene tan desconcertado como contento.

Mejor menor giro autoral: Encontrarnos en The Other Side of Hope con el mismo Aki Kaurismäki de siempre, por mucho que vaya cambiando la fachada de su restaurante.

Mejor mutación de géneros: Hasta la aparición de cierto testimonio en el tercer acto del documental Ni juge, ni soumise (Yves Hinant & Jean Libon), los asistentes al despacho de la jueza Anne Gruwez provocaban una risa nerviosa. En ese instante la carcajada se congela y la película transforma la comedia en terror.

Mejor representación: Si algo me impresiona de Get Out, el arriesgado ejercicio de género(s) de Jordan Peele, es el hecho de que se trata de una ¿alegoría? política que no esconde ningún tipo de simbolismo: lo que ves es lo que hay, sin cortapisas.

Mejor momento musical (en película musical):  Imposible no caer rendido ante el “Remember me” de Coco (Lee Unkrich & Adrian Molina).

Mejor momento musical (en película no musical): Martha and the Vandellas cantan “Nowhere to Run” sobre el escenario mientas The Dramatics ensayan “Whatcha See Is Whatcha Get” entre bambalinas en la excelente Detroit (Kathryn Bigelow).

Mejor baile: El baile desacompasado de Western (Valeska Grisebach).

Mejor abrazo: Aquel que aparece en la secuencia final de People That Are Not Me (Hadas Ben Aroya), uno tan repleto de fuerza como de tristeza.

Mejor clímax: Por alguna razón gran parte de la cinefilia detesta a Christopher Nolan cuando su obra es generalmente tan consecuente como arriesgada. En ese sentido Dunkerque se convierte en una extensión lógica de su filmografía previa: Nolan se esquematiza a sí mismo y todo ya es ni más ni menos que un clímax gigantesco. El ejercicio resulta tan apasionante en la teoría como en la práctica.

Mejor secuencia de sexo:  El encuentro entre Elisabeth Moss y Claes Bang de The Square, ya de por sí incómodo, deriva hacia la tensión de una manera tan cómica como inesperada. Tengo algunos problemas con la película de Ruben Östlund pero es evidente que, pese a todo, también tiene algunas de las mejores secuencias del año.

Mejor plano inicial: No es exactamente el primer plano de la película pero se puede decir que el instante en que realmente comienza la divertida El Amante doble (François Ozon) es ese que muestra una vagina convirtiéndose en un ojo. Me parece toda una declaración de intenciones: Ozon explicitando el punto de vista de la narración y, aparte, diciendo que va a hacer lo que le salga del coño.

Mejor plano final: El de 120 pulsaciones por minuto, uno donde el acto de resistencia política, el rito fúnebre y la fiesta se entremezclan y fusionan con una fuerza y una coreografía insólitas. Algo similar a lo que se puede decir de la propia película.

Película donde quedarse a vivir: Visages, villages (Agnès Varda & JR.).

Película donde quedarse a morir: Le lion est mort ce soir (Nobuhiro Suwa).