Carlota Moseguí

Durante la séptima jornada del Festival de Venecia se presentó la película que más ha dividido a la crítica internacional. Se trata de Interruption, la ópera prima del cineasta griego Yorgos Zois, que fue premiado en la antepenúltima Mostra con su cortometraje Out of Frame. Este polémico film, basado en la toma del Teatro Dubrovka de Moscú en octubre de 2002, transcurre en un único lugar: un teatro de Atenas donde se está representando una adaptación postmoderna de la Orestíada de Esquilo. La trama del largometraje da comienzo con la función teatral ya iniciada; concretamente durante Las Coeforas, cuando Orestes se dispone a matar a su madre, Clitemnestra, y al amante de ésta. Sin embargo, el auditorio nunca llega a presenciar la recreación de la venganza de Orestes, porque justo cuando los actores iban a representarla, unos hombres armados suben al escenario e interrumpen el espectáculo. La intención de los terroristas es que algunos miembros del público se conviertan en los personajes del ciclo troyano e interpreten la tragedia clásica tal y como sucedió. Es decir, sin usar los códigos propios de la representación teatral que suavizan la violencia que proyectaban aquellos dioses despiadados sobre los antiguos griegos.

A partir de ese momento, este film exhibido en la sección Orizontti deviene una recreación, macabra y contemporánea, de los fatídicos sucesos que vivieron Clitemnestra, Egisto, Orestes y Pílades; incluyendo el matricidio, la sanguinaria persecución de las Erinias y el juicio donde la población de Atenas –el público en la sala– decidirá si Orestes debe vivir o ser castigado con su muerte. Por otro lado, aunque la trama de Interruption pueda parecer una auténtica carnicería (que sigue las pautas de la sádica cinematografía local), Zois filma todas las escenas violentas en fuera de campo. En este sentido, el director novel no busca regodearse en la crueldad del ser humano, como sucedía en Luton o Miss Violence, sino plantear una reflexión apasionante sobre el arte y la mímesis. Pues, por primera vez en un teatro, la vida imitará al arte, y no a la inversa.

"Why Hast Thou Forsaken Me (Lana azavtani)" de Hadar Morag.

“Why Hast Thou Forsaken Me (Lana azavtani)” de Hadar Morag.

Otra ópera prima de Orizzonti que ha dejado sin palabras al público veneciano ha sido el sobresaliente debut de la realizadora israelí Hadar Morag, titulado Why Hast Thou Forsaken Me (Lana azavtani). La trama de esta incómoda película sobre la supervivencia marginal en Tel Aviv plasma el día a día de un adolescente palestino. El joven Muhammad (Muhammad Da’as) ha sido rechazado por la comunidad palestina del barrio de Hatikua, tras el encarcelamiento del paterfamilias por colaborar con el gobierno de Israel. La familia de Muhammad vive en la indigencia; condenada a morar en un infierno de hambre y pobreza, donde el pequeño conocerá al mismo diablo.

Lucifer –un hombre israelí llamado Gurevich (Yuval Gurevich)– no se presentará ante el protagonista con su apariencia maligna, sino que aprovechará la vulnerabilidad y la soledad de Muhammad para hacerle creer que todavía puede confiar en alguien, cuando todos le han abandonado. Pero Guverich no es quien dice ser y pedirá una recompensa a cambio de la compañía ofrecida: el abuso sexual del cuerpo del efebo. Esta turbadora ficción, narrada prácticamente sin diálogos –con un estilo y trama similar al de la última película de Chico Teixeira, Ausência–, nos introduce en el despiadado universo de la pedofilia desde la perspectiva sumisa de las víctimas, incapaces de romper el círculo vicioso.