Nicolás Gibbs (Pamplona)
Ante el excesivo caudal de imágenes e información que inunda nuestros días, se agradece una propuesta reflexiva y concisa como la de Punto de Vista, el Festival Internacional del Cine Documental de Navarra. A tono con su ciudad, Pamplona, el certamen permite ver sus películas con el tiempo y paciencia que se merecen. Así, mientras desayuno sumido en la tranquilidad meditativa que emana de la ciudad, no puedo dejar de pensar si las intenciones del director surcoreano Jin-Yong Park tienen algo que ver con mi experiencia de su película. De casualidad, el cineasta está sentado a unas mesas de distancia. Como me es imposible comunicarme con él sin traductor, intento percibir si sus gestos pueden revelarme algo. Pero su serenidad solo potencia mi intriga, recordándome las respuestas pragmáticas que dio en el coloquio del día anterior. A South-facing House in Gyenggi Province es algo más que un registro en planos fijos de su familia interpretando acciones cotidianas en el interior de su casa. También es algo más que un trabajo delicado y atento sobre cómo capturar sonoramente un espacio doméstico. La clave para que el film se abra a otros sentidos está en que sus protagonistas habitan una misma casa, pero nunca se encuentran. Los espacios y los objetos son siempre los mismos, con sutiles variaciones, pero sus dos protagonistas nunca aparecen en el mismo encuadre. Viven literalmente en planos diferentes. En esa dinámica de repetición y variación, la película empieza a rozar lo fantasmagórico. ¿Alguno de ellos vive en otro tiempo? No está claro, y justamente esa ambigüedad permite experimentar cómo distintas presencias y ausencias simultáneas habitan el espacio de una casa.

Esa intención es aún más evidente en el cortometraje que precedió a la película surcoreana y que, posiblemente, estableció el tono de la función. En A., Ramón Balcells filma una casa vacía que visita por última vez. ¿Cómo capturar con una cámara las memorias y ausencias de un espacio a punto de desaparecer? Hay un padre, hay un hijo con una cámara y una visita a un piso que no tiene más que paredes por las que resuenan pasos reverberados. Balcells elige el paneo como recurso principal para filmar el espacio mientras invoca desde el sonido grabaciones de voces. Las voces sugieren imágenes que las paredes blancas y lisas evocan pero no pueden mostrar. Como si fuera un pincel, la cámara pinta sobre las paredes vacías con el ruido de la imagen. Con este procedimiento, A. hace hablar a las paredes y logra poner en imágenes el desvanecimiento de esas voces. Todo ello culmina en un momento de puro goce cinematográfico cuando Balcells lleva su cámara al plano de un lienzo blanco en esta despedida de un espacio que nunca será visto como en A..

Si la intimidad del espacio doméstico y familiar es un claro interés del documental contemporáneo, Una temporada en la frontera de Ile Dell’Unti propone un viaje por el vínculo entre dos hermanas a partir de la intimidad de la palabra escrita. Una película de cartas que investiga la intimidad familiar en el contexto más amplio de la última dictadura argentina y los años posteriores. Leídas en voz en off, las cartas edifican una narrativa de temas personales y cotidianos de dos hermanas en continentes diferentes. Una vive en Buenos Aires, la otra se exilió en Suecia. La gran intriga a medida que avanza la lectura de las cartas es cuándo volverán a encontrarse. Pero la selección de las cartas también logra que sea inevitable sentir cómo el magma de lo histórico ejerce su presión sobre las vidas individuales. La decisión de ofrecer planos fijos que acompañan a cada carta propone una experiencia suficientemente abierta para no restringir la mirada y el pensamiento del espectador. La sugerencia de esas imágenes está en que son los lugares que se mencionan, pero filmados en el presente. No cuesta demasiado ver, con un cierto grado de angustia y desconcierto, cuánto se parece lo que dicen las dos hermanas a nuestro tiempo. Sentado en la butaca de un cine, en España, veo las imágenes de mi país, Argentina, y escucho las intimidades de dos hermanas en los años 80 que comentan las angustias de la inestabilidad política circular, la promesa repetida del individualismo, la eterna inflación económica y la desesperanza como moneda corriente. Salvando las distancias con el contexto de la dictadura, no puedo dejar de pensar cuán cerca estamos de nunca haber cambiado. Esa comunión de lo histórico con la historia de una intimidad familiar es uno de los logros de Una temporada en la frontera.