Esta obra de Jacques Rivette, uno de los padres fundadores de la Nouvelle Vague, se despliega como un juego fantástico que mezcla ficción y realidad con gran desenvoltura. El director de París nos pertenece (1961) y L’amour fou (1969) nos presenta en esta ocasión a dos mujeres: Julie, una bibliotecaria, y Céline, una ilusionista, que, tras conocerse por azar en una escena digna de Alicia en el país de las maravillas, desarrollan una intensa y curiosa amistad, hasta llegar al punto de confundir donde acaba la identidad de una y donde empieza la de la otra. Cuando comienzan a experimentar visiones de una misteriosa familia y una gran mansión, el dúo descubre que puede sincronizar esas experiencias delirantes al tomar unos caramelos mágicos. Así, se ven envueltas en la investigación de un crimen en unos espacio-tiempo paralelos. Rivette establece un juego metacinematográfico entre las dos realidades, donde la familia encarna un cine viejo, anterior a la Nouvelle Vague, más folletinesco y estudiado y, en cambio, las dos jóvenes protagonistas pertenecen a un nuevo cine francés, libre y desacomplejado. Júlia Gaitano
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