Endika Rey

Hay ciertas películas por las que uno no puede dejar de sentir una fascinación que se refiere más a su caída que a su alzada. Al comienzo se presentan las piezas del puzzle, casi hasta vistosas, pero pronto queda claro que éstas son escasas, demasiado grandes y ni siquiera acaban de encajar del todo. Hablo de una cierta atracción por el abismo y ayer la 21 edición del festival de cine de Ourense presentó dos películas donde presenciábamos ese tipo de descarrilamiento en cámara lenta. La primera compite en la sección oficial dedicada al cine iberoamericano y se titula Lilith’s Awakening. Está dirigida por la brasileña Mónica Demes Santana aunque parte de unos referentes anglosajones. La segunda compite en la sección dedicada a las óperas primas y también se auto designa con un nombre de mujer: Solange et les vivants, en esta ocasión dirigida, escrita y protagonizada por la canadiense Ina Mihalache. Se trata de dos propuestas lanzadas sin miedo por sus dos jóvenes directoras, cosa que en parte es de agradecer: ambas se estrellan, pero siempre es más interesante asistir a una explosión que a una obra que nunca acaba de despegar.

Lilith´s Awakening juguetea con algunos elementos del mito de Drácula trasladándolos a una actualidad y escenarios estadounidenses. Así, una insatisfecha Lucy Harker, casada con Jonathan, trabaja en la gasolinera de su padre (llamada Helsing services: la sutilidad no es el fuerte de la película), mientras tiene una aventura con uno de los mecánicos del taller. La tentación vampírica la visita en sueños y le ofrece/exige sangre sólo que en esta ocasión no se trata del conde transilvano, sino de la propia Lilith. De primeras el cambio de género e identidad de Drácula se intuye interesante: tal vez en Lilith´s Awakening haya un giro en los roles que permita una nueva perspectiva sobre la obra de Stoker. También da la sensación de que la propuesta de puesta en escena puede ser cuando menos curiosa: Demes Santana opta por un blanco y negro contrastado donde el fondo casi siempre acaba resultando abstracto y el protagonista del plano es el movimiento de sus personajes. La película, además, presenta una estructura repleta de pequeños juegos temporales que contribuyen a esa sensación onírica que ya está destacada desde el título: la protagonista vive en un despertar continuo. Es decir, que Lilith´s Awakening parte de una serie de ingredientes reseñables, pero desgraciadamente ninguno de ellos acaba por llegar a funcionar.

Por ejemplo, el cambio de género del villano no implica ni intercambio de roles ni relectura, sino simplemente una ligerísima variación en la superficie. No importa que en esta ocasión sea Lucy y no Mina la protagonista del mismo modo que la función de Lilith se limita a ser una fotocopia de Drácula: no hay entidades propias sino hipervínculos. La propuesta de fotografía tampoco ayuda a establecer una tonalidad pertinente: es verdad que hay un par de secuencias donde se nos permite intuir unas ciertas ganas de hacer algo diferente (por ejemplo, el encuentro sexual dentro del coche en un primer plano secuencia o la confrontación con el bosque), pero el resto peca de una ingenuidad casi risible (el rojo de la sangre que se destaca sobre el blanco y negro, los planos encadenados de rostros fantasmagóricos con la carretera, etc). Respecto a la estructura, lo que en principio parecía un original juego de saltos temporales y oníricos donde la propia Lucy se visualizaba a sí misma en pasado y en futuro, acaba resultando un despropósito que no tiene mayor gancho, ni narrativo ni atmosférico.

solange

Algo similar puede decirse de Solange et les vivants sólo que en este caso, además, el desplome ocurre ya desde el prólogo. Solange es una mujer a la que no le gusta la gente y defiende la soledad como bandera. Ella es una canadiense que vive en París y que trabaja transcribiendo audios de conferencias desde casa y no relacionándose con nadie hasta que una extraña enfermedad hace que se desmaye de manera inesperada y su médico le recomienda que encuentre a alguien que pueda vigilarla por si vuelve a pasar. Así, Solange tendrá que hacer un análisis de la gente que tiene cerca (su casero, su exnovio, su amiga, su vecina, etc) y de paso aprovechar para realizar una terapia acerca de su propia vida. Si el blanco y negro de Lilith’s Awakening recordaba en parte al de la también fallida A girl walks home alone at night, los colores de Solange et les vivants remiten en parte a Requisitos para ser una persona normal. No pretendo asegurar que las dos directoras se hayan inspirado en el trabajo de las dos anteriores, pero sí que la coincidencia está ahí. Del mismo modo que en la película de Leticia Dolera, Ina Mihalache insiste en crear un personaje que sabemos que es especial porque ella misma se encarga de recordárnoslo en cada plano. Una mujer que es antisocial pero que sin embargo está descrita a partir de diversas herramientas de la manera contraria. Puede parecer un detalle sin importancia pero, ¿por qué una mujer del año 2016 transcribe cintas a partir de una máquina analógica de hace 30 años? ¿Por qué si nunca sale de casa, a veces hasta en semanas, tiene un vestuario gigantesco a la última moda que le dota de un aura de chica moderna? ¿Por qué su casa parece de diseño cuando se nos ha explicado que no tiene dinero para pagar el alquiler?

Aquí los detalles sí son el todo y todo en Solange et les vivants es artificial e inconsecuente. Cuando llegamos a la resolución de la historia y descubrimos que la directora en realidad ha basado toda la película en su experiencia como youtuber, de repente la cinta (el montaje, la voz en off, las infografías) cobran algo de sentido. Solange et les vivants no es una película: es un artefacto promocional de la personalidad (inventada o no) de su creadora. 67 minutos equivalentes a la visita a un perfil en redes sociales: nos enteramos de sus pensamientos en forma de estados de tres líneas, de sus gustos a través de los likes y de su situación sentimental en forma de emojis. Al final Mihalache parece dar a entender que internet ha facilitado la inclusión de gente peculiar en nuestra cotidianeidad. De lo que no se da cuenta es de que esa supuesta poesía es en realidad pura actitud prosaica. El único interés de una propuesta como Solange et les vivants es antropológico: las formas que tiene el ser humano de llenar su vacío existencial son inescrutables.