¿De qué hablamos al usar términos como documental y ficción? Si por algo se ha destacado el cine español de las últimas décadas es por intentar responder a la cuestión desde las más diversas metodologías. No basta con incluir a personas reales, ni tampoco con un relato edificado alrededor de personajes ficticios, para situarnos claramente en uno de los dos lados. Una opción intermedia alumbraría un discurso libre sobre la realidad del invento o la invención de lo real. Los objetos amorosos, la ópera prima de Adrián Silvestre, es, en este último sentido, una obra entre dos aguas. La narrativa de la película se estructura a partir de un guión de ficción al uso, pero los elementos que la llevan a la vida hacen olvidar el esqueleto de la trama para quedarnos en sus músculos. Ganadora de la sección Resistencias del último festival de Sevilla, la cinta de Silvestre tiene su mayor mérito en la manera en que va revelándose sobre la marcha sin dejar nunca de girar alrededor de la empatía por lo que cuenta. También estamos ante un film que no peca en ningún momento de caer en los tópicos del cine construido alrededor de la inmigración o de las salidas del armario sino que siempre encuentra una identidad propia en elementos sobradamente reconocibles. Del mismo modo que a sus protagonistas, la cinta nos hace vivir en un territorio extranjero que iremos conociendo tanto a través del paso en firme como del paso en falso. Al final, al igual que la realidad, Los objetos amorosos no es una cinta perfecta, pero esa nunca es una de las características de ninguna historia de amor (y desamor) que merezca ser contada. Endika Rey

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