Love Me Not, la subversiva nueva película de Lluís Miñarro, propone una brecha abismal en el corazón de la ortodoxia. Resquebrajando las categorías sexuales, genéricas y dramáticas, transitando entre el cine de la palabra, el arrebato surrealista y la delirante parábola política, lo nuevo del director de Stella Cadente se atreve a trasladar el relato bíblico de Salomé, y su relectura a manos de Oscar Wilde, hasta una variante alucinada del desierto de Irak (que podría ser un escenario de Buñuel o Pasolini), donde las aberraciones cometidas en Abu Ghraib por los soldados estadounidenses son desarticuladas por un vendaval de sensualidad, absurdidad y kitsch. En su provocadora conjunción de iconografías atroces –militaristas, fundamentalistas, desquiciadas– y gestos liberadores –sexuales, humorísticos, conciliadores–, Miñarro invoca los males más inquietantes del mundo actual para someterlos a un tratamiento de shock afianzado en el dandismo. En Love Me Not, Ingrid García-Jonsson es una Salomé andrógina, Oliver Laxe un Yokanaan místico, y Frances Orella y Lola Dueñas unas versiones esperpénticas de Antipas y Herodías. Un cóctel molotov de deseo y poder que Miñarro convierte en su particular circo de la carne y la sangre, un espectáculo sublevado que bebe del cine norteamericano (el melodrama de Douglas Sirk) para lanzarse, en plan kamikaze, por las pendientes verticales de la modernidad. Manu Yáñez

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